tag:blogger.com,1999:blog-88137782738168835802024-03-01T05:40:01.085+00:00Argumentos en busca de autorBruno MesaBruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.comBlogger201125tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-12173271543227528092023-11-20T15:32:00.006+00:002023-12-21T12:45:30.906+00:00Calle de sentido único, de Walter Benjamin<p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgf3y_4Rc3M13OGLEnN_3rD8XUeiloE58sJVCJSruO1164bPlvUQIQ_-lLNaHh6hUrCOtKZLUS5iDRMU6_vbZsHb-B7ymMOpGoQ5wRFRobN4j5F1Etprr_wREzkjEhS7jUAlE3cexDDGYRkUOWmD0hYgLu7RZSjTd3KOrGk8e1NtY7UnwFBruejYUSF3qi9/s476/Calle_de_sentido_unico.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="476" data-original-width="306" height="381" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgf3y_4Rc3M13OGLEnN_3rD8XUeiloE58sJVCJSruO1164bPlvUQIQ_-lLNaHh6hUrCOtKZLUS5iDRMU6_vbZsHb-B7ymMOpGoQ5wRFRobN4j5F1Etprr_wREzkjEhS7jUAlE3cexDDGYRkUOWmD0hYgLu7RZSjTd3KOrGk8e1NtY7UnwFBruejYUSF3qi9/w245-h381/Calle_de_sentido_unico.jpg" width="245" /></a></div><br /> <p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia; font-size: small;">Frente
a las arquitecturas armónicas y las líneas narrativas que
desembocan en un final premeditado, frente a la idea oclusiva del
tratado y de los centones moralizantes, Walter Benjamin quiso
escribir un libro que no pareciera un libro, proponer una escritura
que se alejara de la idea romántica del volumen memorable y de las
pretensiones totalizantes del realismo decimonónico, huir de los
mosaicos del naturalismo y de la literatura acomodaticia, tan dichosa
en su paraíso positivista. Quería el alemán una emancipación de
la escritura que residía en el fragmento, tan incómodo para muchos,
en esa brevedad abierta, sugestiva, turbulenta, en el lanzallamas del
aforismo, en la fotografía que nos concede una revelación, en el
relámpago de cordura que no aspira a fundar un método, en la frase
cortante cuya ironía nos salva de los filósofos <span style="font-style: normal;">legisladores</span><i>.</i>
Este libro confía en el retrato cáustico, en las descripciones
fulminantes que sospechan o queman teorías, en esa observación que
se concentra en un solo gesto, en un solo aspecto de lo real, en un
objeto en apariencia secundario, minúsculo, tal vez inaccesible,
pero que la escritura transforma en símbolo. </span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: small;"> Un
pensamiento desengañado se esfuerza aquí por desentrañar la
realidad, pero lo hace como quien toma la fotografía de una calle,
un despacho, una fábrica o un escaparate, y con ella nos muestra
aquello que la costumbre nos impide ver: las insólitas relaciones
con la historia que posee el más leve de los gestos, el pulso de las
esperanzas de la multitud, las excusas y las leyes del privilegio,
los cauces del remordimiento o de la culpa, el deseo que se filtra
por los muros, que hace nido en la piel, las ideas que nos
empobrecen, la ancestral historia de nuestras renuncias y miedos.</span></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: small;"> <i>Calle
de sentido único</i><span style="font-style: normal;">, </span><span style="font-style: normal;">cuya
</span><span style="font-style: normal;">primera</span><span style="font-style: normal;">
edici</span><span style="font-style: normal;">ón es de 1928,</span>
es un libro de fragmentos que gravitan la estética, el materialismo
histórico o la posibilidad de refundar el mito, pero también es una
calle que se abre a la crítica de arte sin abandonar la política,
también defiende una literatura que diseccione lo real desde la pura
observación, con fotografías que se mueven entre la sátira y la
poesía, entre el esbozo de un relato y el cuaderno de viaje. Esa
multitud fragmentada está reunida bajo la camaleónica crítica del
alemán, capaz de transmutarse y sobrevivir en todos los espacios,
desde el apunte diarístico hasta el hachazo epistemológico, desde
la prosa poética hasta el retrato satírico. Cada página nos deja
una intuición o una tesis que no se agota, que se viene con
nosotros. Si hay un pensador del siglo XX capaz de generar en sus
lectores nuevas vías para la crítica, ese escritor debe ser Walter
Benjamin. </span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: small;"> Pocos
desconocen que Adorno no sería posible sin Benjamin, que cuanto se
rompe, inventa y reformula en Benjamin sirve para que Adorno renueve
y construya, pero tampoco serían posibles sin este precedente los
asombrosos apuntes de Canetti, que se empeñó tanto en esconder su
influencia, quizá porque era la más evidente y poderosa.</span></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: small;"> Los
fragmentos del libro producen una inquietud perdurable, un
desasosiego que exige una lectura nueva, porque esta escritura surge
de lo cotidiano y observable, pero se abre hacia la historia, las
religiones, la literatura y la política, y no cede en su incendio. La diáfana traducción de Richard Gross contribuye con precisión a ese efecto.<br /></span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: small;"> No pocas tesis de este libro me persiguen y me interrogan. Aquí está
su repugnancia por las obras acabadas, las versiones definitivas y
los tratados repulidos, esos ataúdes que solo sirven para honrar a
la academia y a los cerebros más fúnebres. Examina a esas
religiones que se recrean en la descripción de los mendigos porque
no entienden que ellos impugnan el dogma y la posibilidad de un
espíritu, y cómo solo la limosna les resulta vivificante, porque en
ella depositan su sagrado perdón, que nunca fue solicitado. Nos
ruega que no hagamos la paces con la pobreza, porque quienes nos
avasallan deben al menos escuchar nuestra queja. Le dedica un feliz
homenaje a Karl Kraus, lleno de ebriedad celebratoria y de
impugnaciones, aunque el auténtico servicio se lo hace cuando
escribe a su manera satírica, con una antorcha en la mano, esa
página que dedica a la crítica literaria de su época. Apuesta
Benjamin por la posibilidad de encontrar en los defectos del amado un
refugio natural para el amor, y sabemos que esa tesis es también una
estética, porque nada nos une tanto al estilo de un escritor como
sus defectos, que son la expresión natural de su carácter.
Describe, en unas páginas que se acercan de puntillas hasta la prosa
poética, la experiencia del niño y su visión nueva, profética y
lúdica ante los objetos, y cómo lo real en ellos es el centro de
todo, porque en el niño no hay frontera entre realidad e
imaginación, entre forma tangible y sueño, porque ven el árbol en
su totalidad, como algo que es hoy y es siempre. Sostiene que la
miseria y la estupidez nos convierten en prisioneros de fuerzas
colectivas, y que los alemanes de su tiempo han perdido por completo
la más europea de las virtudes, que fue la natural ironía con la
que el individuo se aleja de esas corrientes que arrasan el
pensamiento. Se ríe de los mamotretos y del arte de escribirlos,
esos orondos volúmenes que se alimentan por igual con una erudición
hueca, la repetición de tesis manoseadas de baratillo y la
acumulación festiva de referencias bibliográficas. Nos recuerda que
la degradación de la crítica es proporcional al triunfo de la
publicidad, que los parques de atracciones son un prototipo de los
sanatorios, que toda voluntad nace cuando encuentra una
representación figurativa que la explique.</span></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: small;"> Arguye
Benjamin que debemos proteger la memoria de los muertos, porque
también esa memoria está amenazada por nuestros enemigos, porque la
historia la escriben los que vencen, y su costumbre es convertir al
otro en silencio, desierto y olvido. Escribimos desde las sombras,
porque solo en las sombras puedes descubrir aquello que quiso ser
enterrado y merecía una página y la luz del mediodía.</span></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><br />
</p><br />Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-60303387201189206842023-10-03T21:58:00.002+01:002023-10-03T21:59:55.861+01:00Existió una vez un niño<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhb2alAj1wMF_u8_-0id0xhsnVx5zRYv9_zYlAb_9nBx4NDuPKDuRPLHArRd73g05DSez22fKYh-xDv9DV97pu1rkee3ftqOowuOaQSprz434Aw58kaJcE-GcPbDyEunxJCo9kdoAvGsH1pCaD2M1VLQFamg64_UGFQkoGTHRh5nQXFT2Vih4iAoRsYmYov/s1200/Lisa+Bukreyeva%2001.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="786" data-original-width="1200" height="276" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhb2alAj1wMF_u8_-0id0xhsnVx5zRYv9_zYlAb_9nBx4NDuPKDuRPLHArRd73g05DSez22fKYh-xDv9DV97pu1rkee3ftqOowuOaQSprz434Aw58kaJcE-GcPbDyEunxJCo9kdoAvGsH1pCaD2M1VLQFamg64_UGFQkoGTHRh5nQXFT2Vih4iAoRsYmYov/w419-h276/Lisa+Bukreyeva%2001.jpg" width="419" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
</p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"> </span><span style="font-family: georgia; font-size: small;">Existió una vez un niño que
vivía en una isla que era a la vez el paraíso y ningún sitio, el
fin del mundo y el principio del olvido, el centro de la nada y las
afueras de la civilización. Ese niño no fue domesticado, no
alcanzó sus objetivos, no creció en la dirección correcta. Tuvo
amigos, hermanos y padres, tuvo profesores, guardianes y psiquiatras,
pero nadie consiguió llamarlo, porque nunca tuvo un nombre. Ese niño
aprendió a ser araña, gusano en el barro, silla abandonada en un
basural, aprendió a conversar con las ratas, a morder como los
perros salvajes, a dormir en las calles de una ciudad muerta. Existió
una vez un niño que fue casi real, casi cierto, alguien no menor que
la nada y no mayor que un silencio. En las peores calles sin salida,
en los barrios que no empiezan ni acaban, a la sombra de
los centinelas gigantes, aún puedes intuirlo, solitario y sucesivo,
multitud y ninguno.</span></p>
<p> </p><p> </p><p style="text-align: center;"><a href="https://www.burnmyeye.org/lisa-bukreyeva" target="_blank"><span style="font-size: small;">Foto: Lisa Bukreyeva </span></a></p><p style="text-align: center;"><br /></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-28884580382744466602023-08-03T16:22:00.003+01:002023-08-03T16:25:54.190+01:00El arte de no hacer nada<p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0_aQ5GF0JkUtydrYIm61jR703Jg0KEC53T4FdvNvBPLHxOvQhmUOvyTSXcH6P3nyy38MTqVSWkykJpGSE5-ZDEyOTvWO90P9Npb3SItVxbpBhQLiCcJx5ZjGjbU9cuslBnn5p5phyDOX_-OAKKudV4-7jA8VsKh8RMbH32kw7uqhCXPqQjqRxtMpnkkYP/s631/Andrea%20Modica%2004.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="500" data-original-width="631" height="287" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj0_aQ5GF0JkUtydrYIm61jR703Jg0KEC53T4FdvNvBPLHxOvQhmUOvyTSXcH6P3nyy38MTqVSWkykJpGSE5-ZDEyOTvWO90P9Npb3SItVxbpBhQLiCcJx5ZjGjbU9cuslBnn5p5phyDOX_-OAKKudV4-7jA8VsKh8RMbH32kw7uqhCXPqQjqRxtMpnkkYP/w362-h287/Andrea%20Modica%2004.jpg" width="362" /></a></div><br /> <p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"> </span><span style="font-family: georgia;">Cada verano rozo mi sueño de no
hacer absolutamente nada. Nunca lo consigo, pero acercarse es
suficiente. Nada me alegra tanto como las horas que perdí a
conciencia, horas que dejé correr, que me aliviaron en su olvido,
ligeras, medicinales. El arte de no hacer nada se ha vuelto complejo
en un mundo donde toda persona está como obligada a ser productiva,
a no ceder nunca a la inacción, a correr, trepar, vender. Nadie
parece capaz de detenerse y contemplar una calle o un árbol. Hemos
confundido la vida con la urgencia. Hemos dejado que la trampa del
futuro nos ahogara el presente. Nos educaron para no ceder nunca,
atosigados en la búsqueda, febriles y compulsivos. Siempre puedes
hacer más y hacerlo más rápido, aseguran. No conocer, solo
visitar. No saber, solo parecer que sabes. Por eso, aunque sean
pocas, me alivian esas horas en las que aprendí a no hacer nada.</span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"> </span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"> </span><span style="font-size: small;"><a href="http://www.andreamodica.com/" target="_blank"><span style="font-family: helvetica;">Imagen: Andrea Modica</span></a></span>
</p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-91296707201846444182023-07-25T11:37:00.004+01:002023-07-25T11:41:20.743+01:00La cadencia de la asfixia<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGdeONHBBnv0GG4bo1ozAsUc3q-DZUY8YwY0ITCD60R3rMKqzuT4IeQICNN466iYt8n_JKJKvtlirvDPbh8sQLNfRjI4pAJsgd7Y_Mrsp18qe7S26eJxVk8aLSRhI_GSfQRleLjtKqsMw1YFe5tJ2EpNGge0erMd-bHlyF9FZmSsHImSmNvP09wPrj4zir/s1500/Gulnara%20Samoilova%2004.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="1500" height="237" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgGdeONHBBnv0GG4bo1ozAsUc3q-DZUY8YwY0ITCD60R3rMKqzuT4IeQICNN466iYt8n_JKJKvtlirvDPbh8sQLNfRjI4pAJsgd7Y_Mrsp18qe7S26eJxVk8aLSRhI_GSfQRleLjtKqsMw1YFe5tJ2EpNGge0erMd-bHlyF9FZmSsHImSmNvP09wPrj4zir/w356-h237/Gulnara%20Samoilova%2004.jpg" width="356" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia; font-size: small;">No olvides la frecuencia de paso,
el ritmo al que debes respirar, la cadencia de la asfixia. Prohibido
fijar carteles que no prohíban fijar carteles. Prohibido preguntar si
se pueden hacer preguntas. Salida de emergencia que lleva a otra
salida de emergencia que lleva a la casa de un desconocido que lleva
tu nombre. Horario de apertura del vacío. Normas de uso del
escaparate de tu vida. Oferta del día para desconocerte. La cordura
está siempre en liquidación. Manténgase a la derecha de la queja.
No abra la boca. No rectifique su posición. No dude. Circule
siguiendo la señalización que lo llevará al mismo punto. No olvide
depositar la cabeza en la bandeja para el control de seguridad. Su
número de identificación no existe. La clave le permitirá el
acceso a otras ideas. Seleccione su moral entre las opciones.
Recibirá un descuento del diez por ciento si nos deja su piel. Sala
de espera de la sala de espera de su conciencia. Mantenga la calma.
Pronto llegará el silencio.</span></p>
<p style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
</p>
<p style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><br />
</p>
<p style="text-align: center;"><a href="https://www.gulnara.com/" target="_blank"><span style="font-family: helvetica; font-size: x-small;"> Imagen: Gulnara Samoilova</span></a><br /></p><p><br /></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-64006752086050761792023-07-04T11:14:00.002+01:002023-10-09T09:09:11.822+01:00Una vaga sensación de pérdida, de Andrzej Stasiuk<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRBd0j60GMZHOFmNBB9D42Jp5NfJqnsowt40aEowZMfdzjle-Aq_gY7pS9Tobps4jAC5wkbmnnknU_EYKjSA1VI_lGClHzecX_8eL50QYqpLkXyoG-0-_c0briltk2lI0LJy6zsDYSOn7QnTdXqyWFP61dXoawqabCAca5-UkUAsbhdLTOl3SY2q-qPf0r/s2480/Stasiuk%2001.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2480" data-original-width="1571" height="343" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgRBd0j60GMZHOFmNBB9D42Jp5NfJqnsowt40aEowZMfdzjle-Aq_gY7pS9Tobps4jAC5wkbmnnknU_EYKjSA1VI_lGClHzecX_8eL50QYqpLkXyoG-0-_c0briltk2lI0LJy6zsDYSOn7QnTdXqyWFP61dXoawqabCAca5-UkUAsbhdLTOl3SY2q-qPf0r/w218-h343/Stasiuk%2001.jpg" width="218" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="font-style: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia; font-size: small;">El
relato inicial del libro, centrado en su abuela y sus historias de
espíritus, explica sin error cómo el realismo de Stasiuk incluye
todo cuanto la realidad permite, también las visiones en las que
confían los otros, sus intuiciones y ensueños y prejuicios, también
la fe que él no comparte. Su labor no es maquillar o mejorar el
mundo, sino entregarnos su asombro, dibujar una cartografía donde la
vida pueda seguir más allá de sí misma. </span>
</p>
<p align="justify" style="font-style: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia; font-size: small;"> El
segundo texto gravita la figura Augustyn, la admiración que le
profesa el autor, su derrame cerebral, la convalecencia, los
geriátricos, y cómo su carácter libertario se abre paso entre las
ruinas del cuerpo, cómo antes de morir sigue siendo él, aunque
solo lo sea muy levemente. Más que un retrato es un homenaje, y
dentro de ese homenaje hay escondida una poética, porque Augustyn
escribía como Stasiuk soñaba escribir de joven, porque en su prosa
se daba esa calidez poética que nunca desmiente lo real, los
detalles en apariencia menores que van creciendo hacia el símbolo,
la distancia que sirve a la mirada, las serpentinas
irónicas y las calles del pensamiento, y esa naturalidad cadenciosa
y viva que nos reconcilia con las palabras. </span>
</p>
<p align="justify" style="font-style: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia; font-size: small;"> “La
perra” es una elegía y una fotografía del animal con el que ha
compartido el narrador dieciséis años, de su fuerza y su
inteligencia, ahora perdidas por completo, detenidas en un cuerpo que
apenas se sostiene en pie, en el temblor de las piernas, en la
perplejidad muda de unos ojos ciegos. El mundo es de los otros, y
Stasiuk comprende que su hora también está cerca, que esa
decadencia pronto será la suya, que nada lo separa de ese animal.</span></p>
<p align="justify" style="font-style: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia; font-size: small;"> “Grochów”,
el relato central del libro, es la despedida del amigo con el que
viajó por Europa, aquel con el que compartió lo mejor de la vida, la
justificación misma de su literatura, y es a la vez el retrato de un
hombre enfermo que se niega a caer. Los dos comparten el origen, las
calles grises y sucias de Grochów, en el oeste deprimido de
Varsovia, bajo el totalitarismo, en los años setenta y ochenta,
cuando ellos solo pensaban en huir, en viajar lo más lejos posible,
en ser como perros salvajes, sin otro destino que no detenerse nunca. Volvemos a los
trenes a los que subían para llegar a cualquier lugar, las horas
perdidas, que fueron las únicas que ganaron, las tierras asombrosas
y lamentables que se les concedieron en su vagabundeo. ¿Acaso no es
la literatura de Stasiuk una constante escapada, una fuga sin meta,
un inmenso retrato en movimiento de la naturaleza humana? Aquí nos
recuerda que esos viajes fueron siempre en compañía, y que ahora su
amigo se está deshaciendo, que su cuerpo es cada vez menos su
cuerpo, que apenas pueden mantener una conversación. Los dos se
resisten a caer, los dos permanecen unidos, y a la vez la muerte
recorre los huesos de su amigo y le recuerda a cada instante que ha
llegado la hora. ¿Dónde quedó todo lo que vivimos, se pregunta
Stasiuk, a dónde fueron aquellos días en los que el mediodía temblaba en nuestras manos como un pájaro?</span></p>
<p align="justify" lang="es-ES" style="font-style: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia; font-size: small;"> No
hay respuesta. No puede haberla. Al menos nos quedan estas páginas
inolvidables que levantan un epitafio por los ausentes, memoria del
dudoso sueño de la luz. A todas las formas de la caída que retrata
Stasiuk se les ha otorgado una minuciosa poesía, arraigada, cruda,
estremecida ante lo humano, crítica con una sociedad incomprensible,
delicada ante esa debilidad que a todos nos espera.</span></p>
<p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<br />
</p>
Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-16613759008186987892023-03-12T22:44:00.003+00:002023-06-02T11:39:07.011+01:00En el centro de la alucinación<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMsvb_OC5GK2hcVkzJ9UDykWYz79aDtlkeVQn2dnpCCZneQCN34ikUHMl22GA9MTAWZUGzEKWwYl26UTeU53Aj621I8UFEPJFCgVjVol7oOR31s2lZQHq8wZnSol73dDLvQ_fW84kn7oa5YyAudtakFPA4z7XTJ9tEBT-YOJComgUef3arkQMhNwAsLw/s760/MacWeeney,%20Alen%2001.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="592" data-original-width="760" height="293" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjMsvb_OC5GK2hcVkzJ9UDykWYz79aDtlkeVQn2dnpCCZneQCN34ikUHMl22GA9MTAWZUGzEKWwYl26UTeU53Aj621I8UFEPJFCgVjVol7oOR31s2lZQHq8wZnSol73dDLvQ_fW84kn7oa5YyAudtakFPA4z7XTJ9tEBT-YOJComgUef3arkQMhNwAsLw/w376-h293/MacWeeney,%20Alen%2001.jpg" width="376" /></a></div><br /><p></p><br /><p></p><p align="justify" style="font-weight: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">La palabra <i>volver</i> es una
trampa. Quien regresa nunca regresa. La memoria protege una luz que
no existe, que quizá nunca existió, excepto en sí misma, en esa
falsificación a la que llamamos memoria.</span></span></p>
<p style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> ¿Son
los otros más dignos, más fuertes, sólidos e invulnerables, o solo
se engañan de tal forma que nunca sienten que se estén engañando? </span></span>
</p>
<p align="center" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> En
todas las pinturas de José de Ribera no hay tanto una agonía como
una desesperanza. Las sombras trepan por los rostros, se filtran en
las telas, hacen nido en las manos. En su <i>Ecce homo</i> la luz se
diluye en una piel enfermiza. Es como si la vida, más que llegar a
la tela, se desvaneciera en ella. Todo en Ribera es despedida del
mundo.</span></span></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> La
vida parece cierta cuando crees, porque hay en ella espesura y
motivo. Por eso los que no creemos en nada vivimos a la intemperie,
justo en el centro de la alucinación.</span></span></p>
<p align="center" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> Las
palabras se nos deshacen con el tiempo. Decimos <i>dolor</i> y <i>cuerpo</i>
y <i>abandono</i>, y sabemos que esas palabras han sido desplazadas
de su lugar, vaciadas hasta el silencio. Decimos entonces <i>hueso</i>
y <i>uña</i> y <i>gusano</i>, palabras cuyo peso sentimos, palabras
que nos hieren o señalan, que cortan la lengua, y pensamos,
equivocados, que eso podría rescatarnos.</span></span></p>
<p style="font-weight: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></span>
</p>
<p style="font-weight: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> El miedo es la tierra que
utilizamos para enterrarnos en vida.</span></span></p>
<p style="font-weight: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></span>
</p>
<p align="justify" style="font-weight: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia; font-variant: normal;">William
Carlos </span><span style="font-family: georgia; font-variant: normal;">Williams creía en
la sobriedad retórica, en la precisión verbal, en una voz que nunca
se despeña hacia la insistencia, en una poesía que sabe callar.
Creía también que el poema nace de lo observado y nunca de lo
mental. Solo con la combinación de esos dos principios son posibles
poemas como el de la anciana que mastica ciruelas con el cucurucho en
la mano, o la mujer que sentada ausculta el interior de su zapato con
los dedos en busca del clavo que le hace daño, o la camarera de ojos
grises, mirada esquiva y manos ásperas que se mueve en el ámbito de
la cafetería, no lejos de las gaviotas que sobrevuelan el océano, o
esa página que nos indica de dónde nacen sus poemas, cuál fue el
sustrato esencial, la materia que no deberíamos evitar, y que no es
otra cosa que cuanto te rodea cada día, los objetos y las personas
con quienes has construido el mundo, </span><span style="font-family: georgia; font-variant: normal;">eso
que una vez despreciaste por vulgar,</span><span style="font-family: georgia; font-variant: normal;">
aquello que se te ofrece sin descanso y te </span><span style="font-family: georgia; font-variant: normal;">llama</span><span style="font-family: georgia; font-variant: normal;">
en silencio. </span><span style="font-family: georgia; font-variant: normal;">Escucha esa
voz: es el idioma del mundo.</span></span></p><p style="font-weight: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm; text-align: left;"> <span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: x-small;"> </span></span></p><p style="font-weight: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm; text-align: center;"><a href="https://www.alenmacweeney.com/" target="_blank"><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: x-small;">Imagen: Alen McWeeney</span></span></a><br />
</p>
<p><br /></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-88869191742823025582023-01-20T15:34:00.003+00:002023-03-02T16:00:37.943+00:00A un lado del camino<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoIj8Iyns07YdKo9TjuhMFLv5YTKzFTqqj1SFGns2wKQdls0sZ7yokVHB5mLyU3wY2VXjo-AXrha8JPIn6rItMtrsj7ROmCNRJL5r8oX9ml-9mbym-90ngHGsMfO02ZOStoqkPk46OhOUZysq0uk-0sPP9ebhbqIDJJL3Jz4H24tNfOq7VTqHWIHLPaw/s960/Taras%20Bychko%2003.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="636" data-original-width="960" height="228" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoIj8Iyns07YdKo9TjuhMFLv5YTKzFTqqj1SFGns2wKQdls0sZ7yokVHB5mLyU3wY2VXjo-AXrha8JPIn6rItMtrsj7ROmCNRJL5r8oX9ml-9mbym-90ngHGsMfO02ZOStoqkPk46OhOUZysq0uk-0sPP9ebhbqIDJJL3Jz4H24tNfOq7VTqHWIHLPaw/w344-h228/Taras%20Bychko%2003.jpg" width="344" /></a></div><br /><p></p><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;">Cuanto me hace sufrir es algo que
le añadí a la vida y que no estaba de ninguna forma en la vida,
algo que no le pertenece y sin lo que podría vivir. Aunque quizá la
vida, eliminado todo eso, sería solo algo que recuerda a la vida,
porque mi experiencia de lo vivido está unida a esa carencia, a esa
agonía enfermiza. </span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"> Al
añadirle deseos y sueños la vida se ha convertido en una serie de
diminutas alegrías, de instantes de placer, pero también de
extenuantes viajes hacia el sufrimiento, de caídas o torturas
íntimas, de los círculos absurdos del pensamiento depresivo, de las
cicatrices que dibuja el dolor, como si acaso el dolor estuviera
elaborando un minucioso mapa de mis errores. Sería preferible buscar
algo sin creer en lo que se busca, desear sin fe, trabajar sin
esperanza, solo con la alegría de los gestos mínimos, con la pura
consolación de los actos que se justifican por sí solos. Eliminar
toda expectativa. No esperar nada del otro.
Debería acostumbrarme a perder como el ciclista del cuento de Marcel
Aymé, ese ciclista que siempre llega el último, pero que nunca
pierde su vocación. Walcott lo llamaba la gracia del esfuerzo, allí donde la
acción es superior a su resultado. </span>
</p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"> Vivir
sin fanfarronería y sin tristeza, sin otra fe que la práctica de
unas pocas obsesiones, con la ligereza del que cae sin remedio en su
propio vicio una y otra vez. En el amor también nos acostumbramos a
movernos entre los extremos de la alegría y el abismo. Quizá para
aliviar esos golpes, para evitar esa hiperestesia, nos conviene
recordar que el amor es una invención de nuestra soledad, una
elaboración del egoísmo, ese egoísmo que suplica ser querido, que
requiere admiración y orgullo, y al que deberíamos mantener alejado
como a un monstruo. El amor es una patología de la conciencia, y la
forma de evitar esa patología es confiar en un amor que no espera
nada, libre de reciprocidad, sentado a un lado del
camino, como quien observa y entiende cuanto sucede.</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p><span style="font-family: georgia;"> </span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: x-small;"><span style="font-family: helvetica;"><a href="https://bychko.com/" target="_blank"> Imagen: Taras Bychko</a></span></span><br /></span></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-12001468093786861712022-12-09T20:16:00.011+00:002022-12-09T20:43:51.980+00:00Un país llamado Eugenio Montejo<p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAuXkpfvdU99nBOABKluzqmuQS8XE1jsbH2QIi3Fq22cvkFdgp6ByqxDy1q90OmrWZkWMsPKUlbT2BKipkCMiXU9FdCAaGPX-heIM79iuiylOU9UWrsoCr6rWzoZ4Jvcinz-ZsBYePfD2hJrS4IxtUdFmqlxZfBDFqjnJeYKLKkP74TvwcFNnrWub4gQ/s2717/Obra%20completa%20I%20Montejo.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2717" data-original-width="1690" height="348" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgAuXkpfvdU99nBOABKluzqmuQS8XE1jsbH2QIi3Fq22cvkFdgp6ByqxDy1q90OmrWZkWMsPKUlbT2BKipkCMiXU9FdCAaGPX-heIM79iuiylOU9UWrsoCr6rWzoZ4Jvcinz-ZsBYePfD2hJrS4IxtUdFmqlxZfBDFqjnJeYKLKkP74TvwcFNnrWub4gQ/w216-h348/Obra%20completa%20I%20Montejo.jpg" width="216" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">He
insistido en la poesía de Eugenio Montejo tres veces en mi vida,
pero solo hace unos pocos años se me concedió como la veo ahora:
clara, musical, entera y compleja. Esta es una poesía que parece cantar a la
manera de los antiguos poetas griegos, como quien acepta el oficio y
su condena, con una fatalidad no exenta de pudor, una poesía que sabe
que debemos celebrar las piedras y los rastrojos, que fuimos y seremos la hormiga y la
estrella, el humo y el canto de la
cigarra, pero también la ciudad que se multiplica en arrabales, las amputaciones del asfalto y los atajos de nuestro tiempo. </span><span style="font-size: small;">
</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">Montejo
acepta su destino de poeta como quien se deja arrastrar por las
revelaciones de la conciencia, aunque esas revelaciones parezcan
negar cuanto habías creído hasta ese instante. El poeta propone en
su obra un extenso autorretrato psicológico: dibuja la debilidad que
nos explica, radiografía nuestras caídas, la droga del placer, el
deseo que nos embauca y nos hunde, las culpas que llevamos a la
espalda, las sombras de los ausentes que nos reclaman, la cartografía
del sueño, no menos cierto que la niebla de lo real, las dudosas
escaleras del miedo, las calles de la crítica o la ceniza del
lenguaje, porque nada que nos importe debe ser omitido en el poema. </span></span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> La
poesía de Montejo frecuenta lo memorable porque sus tesis saben
entenderse con el lenguaje, porque nunca hay disonancia entre las
palabras y los viajes del pensamiento, porque la música de la
escritura debe dominar cada página, servir a su vuelo.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Hay
otra literatura, parece contarnos el poema “Escritura”, una
literatura que propone la naturaleza, una literatura que podemos leer
a plena luz, hecha con piedras, con bosques y barrancos, con la lenta
erosión de las rocas, con el idioma del océano o el desierto.
También en la ciudad se cumple esa literatura que no necesita
palabras, que puedes leer cada día y sin descanso.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> En
otra página nos acercamos a un autorretrato de Rembrandt donde se
muestran los estragos de la vida, y el poeta entiende que el oficio
del pintor, como el suyo, es no engañar, no disfrazar lo real, no
presentar queja. Nada importa la crudeza o el dolor, que nos queme
los ojos reconocer esa decadencia que también es la nuestra, porque
el arte no admite excusas.</span><br /> </span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOVeYZcE6RrepDDWNAAUIZnMSr0l5_AvoY4sKW5nS_LazqO5fC571wwt6OKAXP2efuo3-S38q_LYdgEtGApn1WX5vjG3b1HYiz80HRSEoEC8pjOmrl0ragB7GfUFOH8BnNt6fmqv0cgMA0bm3Awk89QL8e4OKemGGry0qDQbZK2ucbGlviXoLbW4qBzw/s1024/montejo%201.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="768" height="296" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhOVeYZcE6RrepDDWNAAUIZnMSr0l5_AvoY4sKW5nS_LazqO5fC571wwt6OKAXP2efuo3-S38q_LYdgEtGApn1WX5vjG3b1HYiz80HRSEoEC8pjOmrl0ragB7GfUFOH8BnNt6fmqv0cgMA0bm3Awk89QL8e4OKemGGry0qDQbZK2ucbGlviXoLbW4qBzw/w222-h296/montejo%201.webp" width="222" /></a></div><p></p>
<p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"> <span style="font-family: georgia;">Una
persona es acaso todas las personas, cada uno es la humanidad. Esa
tesis intuyo en una página titulada “El otro”. Para entender lo
que somos nos bastan los libros ajenos, porque lo que hemos leído es
también vida, porque estuvimos en países donde nunca pusimos un pie
y conocemos culturas que jamás visitamos, porque hemos cambiado
hastío por inocencia, dolor por compañía, y al final ese otro,
imposible y real, se sentará en nuestra mesa y escribirá lo que
somos. </span></span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> En
poemas como “Duración” o “Terredad” entramos en una de las
tesis preferidas de Eugenio Montejo: la levedad de lo humano que se
fusiona con la naturaleza. Es en una semejanza celebrada, porque el mundo
y nosotros somos una misma cosa, porque no hay tristeza en la caída,
porque la caída misma es también ascenso, porque nada se pierde y
todo se renueva, y nosotros somos el árbol y el perro, la ceniza y
la noche, porque ser o no ser es cumplir por igual con el ciclo del
tiempo, con la maravilla que nos nace y nos devasta.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> En
“El esclavo” se quiere cifrar esa sensación que a veces tenemos
los que escribimos de vivir en las palabras, de haberlo apostado todo
en ese juego acaso inútil, de ser esclavos de una música y unos
contornos que nos explican y nos encadenan. Las palabras nos expulsan
del mundo, aunque nos acercamos a ellas para entender ese mundo, y en
esa paradoja hemos de sobrevivir si queremos transformar la miseria
de los días en un cuento o un poema.</span></span></p><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE6XehcYeJ0Vz9yp4pFk7O6UUlFN2yap1XqZZ2BeCm3TO-Z5O9szLIAXzWCvbNgQdpp4Qeaa6qwrTq88N5J8o0NCbVMzXxZqirBZtoClzxKn2VM0u514oj6UkXMICdt3BLR3qYTE11KYTgOLwclH6y_swQrSRaY1qk0DzFSPR_fVvkW1j_mANaJ1gtvA/s600/montejo%202.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="367" height="381" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgE6XehcYeJ0Vz9yp4pFk7O6UUlFN2yap1XqZZ2BeCm3TO-Z5O9szLIAXzWCvbNgQdpp4Qeaa6qwrTq88N5J8o0NCbVMzXxZqirBZtoClzxKn2VM0u514oj6UkXMICdt3BLR3qYTE11KYTgOLwclH6y_swQrSRaY1qk0DzFSPR_fVvkW1j_mANaJ1gtvA/w234-h381/montejo%202.jpg" width="234" /></a></span></span></div><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"> </span></span><p></p><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">A
veces la escritura no va donde uno quiere, sino donde la experiencia
o la realidad nos imponen, y eso sucede en “Caracas”, que es un
poema escrito desde la desesperación de quien ya no puede encontrar
su infancia por las calles de una ciudad donde fue niño. La estatura
de los edificios no deja ver esa infancia, se perdió la casa y su
calle es otra, el paisaje que veía está ahora oculto por torres, la
ciudad misma se hunde en su estruendo de motores, y es como si la
infancia se hubiera quedado enterrada en un patio, subterránea e
ilegible.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Otro
de los motivos que recorren la poesía de Montejo es la voz de los
otros, la memoria de los ausentes, las sombras familiares que ahora
se agolpan en su mirada, los nombres que tientan al olvido, las manos
que crecen por sus manos, los zapatos que hacen camino en nosotros
todavía, esa multitud que nos habita y a la que debemos concederle
una página.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">Esta
poesía se me presenta ahora como un refugio, como un país al que
volver sin descanso cuando la basura del mundo se vuelve asfixiante.
No es que Montejo te ofrezca un engaño, una fuga o una fe, al
contrario, te ofrece la música de una convicción amarga que
surge de la tierra misma, de los árboles y las piedras, del silencio
nocturno del océano, esa convicción donde tu sufrimiento o tu
alegría son sueños leves y son nada, donde las minúsculas tragedias
de lo humano se adormecen y solo aspiran a juntarse con las raíces y
los gusanos, a reconocer el olvido que nos espera, a descubrir que
mañana todos seremos la sombra de un pájaro. </span></span></p>
<p align="left" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><br />
</p>
Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-42093260077085294682022-09-30T15:44:00.005+01:002022-09-30T15:56:48.618+01:00Mundos del fin de la palabra, de Joanna Walsh<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3nKOMnstNMvSJ-vxIpGHHNPipH2TMOfiJZOO13Ljz_e_8A5WV21zGbRCQeyoXIFZUzLAWc5DRJKm06kWvJv8lf4XuzovBL0LIIWEKe_TeGU3aXjP_Y8vfcLSGcBRJZrQb5fethlmpn7oavVnAxZPLaLijklBnw4isl7QnLT1oYFnoQHj-nTQmeB4KHw/s700/Joanna%20Walsh.JPG" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="700" data-original-width="450" height="441" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg3nKOMnstNMvSJ-vxIpGHHNPipH2TMOfiJZOO13Ljz_e_8A5WV21zGbRCQeyoXIFZUzLAWc5DRJKm06kWvJv8lf4XuzovBL0LIIWEKe_TeGU3aXjP_Y8vfcLSGcBRJZrQb5fethlmpn7oavVnAxZPLaLijklBnw4isl7QnLT1oYFnoQHj-nTQmeB4KHw/w284-h441/Joanna%20Walsh.JPG" width="284" /></a></div><br /> <p></p><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">La literatura lleva décadas
orbitando una estrella amenazante: el lenguaje. En esa estrella hemos
depositado a la vez toda nuestra fe y nuestra desconfianza.
Joanna Walsh es un reflejo de esa obsesión de época. En sus cuentos
se ha diluido lo narrativo hasta casi desaparecer: leemos notas de
diario, breves ensayos, cartas que luego derivan en distopías,
informes que llegan desde un mundo que se parece demasiado al
nuestro, apuntes domésticos. El cuento contemporáneo, pocos lo desconocen, es solo
una convención dudosa, acaso un hábito comercial y crítico, como
lo son la novela o el ensayo, y su realidad se confunde hasta
desaparecer en otros géneros y termina por convertirse en algo que podría ser un cuento pero no
lo parece. La razón no es oscura: la casa de la literatura es una
sola, y eso que llamamos géneros no son más que formas de entrar en
esa casa.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"> <span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> En
<i>Mundos del fin de la palabra</i><span style="font-style: normal;">
la pros</span><span style="font-style: normal;">a</span><span style="font-style: normal;">
</span><span style="font-style: normal;">acude a la</span><span style="font-style: normal;">
</span><span style="font-style: normal;">ir</span><span style="font-style: normal;">o</span><span style="font-style: normal;">nía</span><span style="font-style: normal;">
para </span>interrogarse a sí misma, en un ejercicio que participa
del análisis y de la desconfianza. Hay un motivo que recorre todo el
libro: la imposibilidad de una comunicación plena, los márgenes
borrosos y los precipicios que abren ciertas afirmaciones, las
condenas que arrastran las palabras, la selva infranqueable que nos
prometen algunas oraciones. Las primeras fronteras, también las
primeras trincheras, son las que eleva el lenguaje, y es una forma de
cordura que la escritura se demore en ellas. El lenguaje es un puente
y un abismo al mismo tiempo. Este libro nos muestra el puente, nos
acerca a las dos orillas, pero también fotografía su constante
voladura, el incendio de los significados, la cotidiana destrucción
de la palabra. En esa complejidad crece la escritura de Walsh, como ya sucedía en <i>Vértigo</i>.<br /></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Estos
cuentos se sirven de la literatura, pero no encontrarás en ellos
ningún fervor libresco, ninguna mitificación del oficio. La
escritura es una patología, no un balneario. No santifica y no
absuelve, al contrario, su función es desvelar lo que nos desagrada,
reconocernos en sus deformaciones, desenmarañar los engaños con que
sobrevivimos. <br /></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Casi
todos los seres humanos que recorren estas páginas son minúsculos y no
ignoran su tamaño, y sienten que es imposible abandonar esa
condición, que hay en lo humano un caída hacia la necedad, una fatalidad, que nuestros errores nos explican con más precisión que nuestras virtudes. La sociedad permite a los personajes del libro realizar ciertos trabajos,
repetir una y otra vez algunas acciones, les hace creer que avanzan,
que existe alguna forma de progreso en su vida, pero en verdad están
dando vueltas en un círculo atroz. Acaso la sensación más
común que nos dejan los narradores y protagonistas de estas
historias es el peso de la confusión, la desorientación
existencial.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> En
uno de estos cuentos la narradora
ha vivido toda su vida con un extraño, a la vez real y fantasmal,
llamado Enzo Ponza. El nombre es ridículo, el personaje doméstico y
pacífico. Enzo fue secuestrado por ella cuando era niña, y ahora,
muchos años después, ese hombre sigue allí, en su casa, como un
mueble más. El cuento podría ser la historia deformada de un amor,
pero es la metáfora de una desoladora incomunicación, de dos
extraños que han vivido juntos casi toda su vida, de una relación
donde el amor se ha convertido en una especie de secuestro y de
hábito, en un mutuo síndrome de Estocolmo. En otro relato la
narradora nos habla de su yo lector como si fuera otra persona,
alguien que lee lo que ella no lee, alguien que debería ser y no es.
Es la vida de la mente, esa otra vida que corre dentro de la nuestra. </span></span></p><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">El texto que da título al conjunto, “Mundos del fin de la
palabra”, comienza como una carta de despedida pero pronto gira
hacia la distopía, hacia la radiografía de una sociedad donde las
palabras han perdido su función y su valor y han sido paulatinamente
sustituidas por imágenes o gestos, donde su uso es inútil, estúpido
o aberrante. Es como si todos los individuos de esa sociedad, que
tanto se parece a la nuestra, hubieran aceptado que las palabras son
inhábiles, que el silencio es más efectivo, que callar es más
elocuente que articular sonidos cuyos significados son complejos,
líquidos y mudables. En otro trabajo del volumen se nos presenta la
casa como un organismo vivo, como un animal que debe ser alimentado y
cuidado incluso a costa de nuestra cordura. En otro cuento el
protagonista es un perro, un perro que se sabe tratado como una
maleta. Al final de ese texto hay un párrafo que nos mira de reojo:
quizá todo el que viaja se va convirtiendo, como ese perro, en un
objeto que debe ser encajado, sometido a una logística y
transportado siguiendo escrupulosos procedimientos. </span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Con
una prosa a la vez analítica y ácida, capaz de diseccionar
cualquier rincón de lo real, capaz de la más refinada ironía, nos
habla Joanna Walsh del yo (ese tipo con aspecto de actor, ese farsante), nos habla de la
pobreza que nos salva de nuestros propios deseos, del trabajo como un
sistema de anulación, de las relaciones humanas como una danza cada
día más torpe y desangelada.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Estos
cuentos me provocan una inquietud saludable que surge de lo
verosímil de sus interrogaciones, de sus metáforas de apariencia
fantástica que me persiguen como un espejismo cotidiano, como algo
que nos espera a la vuelta de la esquina, o aún peor, como una
pesadilla en la que estamos cómodamente instalados.</span></span></p>
<p> </p><p> </p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-89624175980451567292022-09-20T12:57:00.002+01:002022-09-20T13:08:31.558+01:00Una propiedad del presente<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2XsHNWAOOH8Tk84e5_4DTtx56-BwPDZBiDmq3cU3CVZzPtvIkHl6jyWXFJ2ZffEC8MMgrdpGgdtFqMbE48QydJlvmtkktHS-0cG3Ak0j61ClATXgqN2asyBpk4wcMa1Qgh0yA86WmpP-DJcNLEXsiPN4P2YN1aAm0_C4KjiqvTkx8XPkSmSH3TZfnsQ/s1000/Michal%20Dyjuk%2004.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="667" data-original-width="1000" height="271" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg2XsHNWAOOH8Tk84e5_4DTtx56-BwPDZBiDmq3cU3CVZzPtvIkHl6jyWXFJ2ZffEC8MMgrdpGgdtFqMbE48QydJlvmtkktHS-0cG3Ak0j61ClATXgqN2asyBpk4wcMa1Qgh0yA86WmpP-DJcNLEXsiPN4P2YN1aAm0_C4KjiqvTkx8XPkSmSH3TZfnsQ/w406-h271/Michal%20Dyjuk%2004.jpg" width="406" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span>Una propiedad del presente es su
vanidad histórica y su alegría en el error. Siempre nos creemos
mejores, más refinados y morales, menos idiotas que aquellos que
nos precedieron. Miramos al pasado por encima del hombro, seguros de
nuestra superioridad. Ignoramos la historia del conocimiento, esa
secuencia donde nuestras verdades de hoy son corregidas sin descanso
mañana, donde la verdad misma es solo una hipótesis, cuando no una
pura leyenda. </span>
</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"> <span style="font-family: georgia;"><span> Si
la secuencia perdura es muy probable que mañana nos vean como
salvajes, gente que no entendió lo que debía, bárbaros que caían sin remedio
en el prejuicio, que creían en fábulas, autores de matanzas que ellos no
repetirán. Seremos los animales de un tiempo oscuro, los encorvados herederos de la
noche. Ellos, futuros hermanos, se creerán a salvo. Sus crímenes,
cuando lleguen, parecerán nuevos, como recién inventados, pero en
verdad serán lo mismo, y alguien vendrá a limpiar la sangre y
prohibirá la memoria y las palabras, como hicimos nosotros. No somos
peores que ellos, que se creerán últimos, tampoco mejores que los
contemporáneos de Antístenes, Li Bai o Villon. La culpa, si acaso
la rozamos, nos pertenece a todos.</span></span></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><br />
</p><div style="text-align: center;"><a href="https://www.mdyjuk.com/">Imagen: Michal Dyjuk</a><br /></div>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-1041153070331502642022-06-29T13:12:00.004+01:002022-07-04T11:35:09.161+01:00Literatura fantasma<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnxvnITkJJpYD2J4rqZBW9Md6p7HWVC1KzsJzEwT7eWJ1to1c1BSWFMUd0Ky-siiwOxar1z6MwSsYmsJW94jylZUARwgkIoXy3DqzCuWr0lal7bw6bXTcmsMetsTynNSIk40uhzI2SG-J5d4JGI9yXYKWFIza_HRgSl7rErR23rL4TYjOPJa2hKw4NkQ/s2362/portada_Literatura%20fantasma.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2362" data-original-width="1655" height="391" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjnxvnITkJJpYD2J4rqZBW9Md6p7HWVC1KzsJzEwT7eWJ1to1c1BSWFMUd0Ky-siiwOxar1z6MwSsYmsJW94jylZUARwgkIoXy3DqzCuWr0lal7bw6bXTcmsMetsTynNSIk40uhzI2SG-J5d4JGI9yXYKWFIza_HRgSl7rErR23rL4TYjOPJa2hKw4NkQ/w273-h391/portada_Literatura%20fantasma.png" width="273" /></a></div><br /><p></p><p style="text-align: justify;"> <span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Inclino por aquí unas pocas líneas de un cuento titulado "Taxon", incluido en mi último libro, <a href="http://edicioneslapalma.com/inicio/281-literatura-fantasma.html"><i>Literatura fantasma</i></a>, líneas que no sé si me explican, pero que sin duda me acusan.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #666666;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">Taxon nunca descansa, nunca se detiene o cede. Las extremidades
del gigante nos protegen. Eso me enseñaron y en eso creo, pero a
veces, no sé por qué… Las pantallas nos prometen la pureza del sis tema. Esa pureza es el signo que me estremece. No temo al error o al
vicio, tampoco al instinto o la vanidad, temo a la pureza. Quizá
estoy perdiendo la cabeza.</span></span></span></p><p style="text-align: center;"><span style="color: #666666;">*</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #666666;"><span style="font-family: georgia;">Es sencillo ser invisible en un país donde cada trabajador se cree excepcional, de una habilidad entrenada y fabulosa, donde se presu pone cierto refinamiento por haber sido educado como un buen
taxoniano, donde cada ser humano vale tanto como las entradas de
su currículum, donde eres una inversión de futuro y una perpetua
aspiración.
El que cede, el que se oculta o aparta, es un tipo sospechoso, un
presunto culpable. ¿Seré yo capaz de parar o de fugarme? No lo creo.
Una cultura es como una cárcel íntima: para escapar debes destruir te primero. Destruir lo que te enseñaron, extirpar tus recuerdos, ani quilar cada una de tus convicciones</span></span></p><p style="text-align: center;"><span style="color: #666666;">*</span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #666666;"><span style="font-family: georgia;">Un ser obediente es aquel que ignora que una orden podría no
ser adecuada. Incluso aquí, al escribir estas notas apresuradas en un
informe que acaso nadie lea, evito utilizar otros adjetivos que unir
al sustantivo <i>orden</i>, adjetivos que mi mano se niega a escribir, por que quien rechaza una orden es un insecto en Taxon, alguien que
no solo desprecia su vida, sino también a sus padres y a los padres
de sus padres, porque ser un traidor es la última condición para un
ser humano aquí: no es posible caer más bajo.</span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #666666;"><span style="font-family: georgia;"> Desde niño he dudado de todo, no he comprendido la función
de los límites, el sentido de las costumbres, la justificación de las
leyes, y aunque no lo dijera, aunque nunca abriera la boca para
quejarme, la enseñanza fue para mí una tortura. Todos los profe sores me repugnaban. Alguna vez llegué a pensar que estaba loco.
Quizá lo esté. </span></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="color: #666666;"><span style="font-family: georgia;">Mi cerebro —perplejo, indisciplinado, principiante— no se con forma con una sana obediencia. La canción suena, pero no bailo.
No, en mi cerebro la ciudad entera se distorsiona y desgarra como
un rostro en el ácido. Quizá mi cerebro nació enfermo.</span></span></p><p style="text-align: center;"><br /></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-83987093597615392482022-06-10T14:31:00.001+01:002022-06-10T14:31:51.711+01:00Escribir. No creer<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizFWI11QjKGMMYz10YS0VXt_rfc6CRHIg5gPIYnw8t_9lyQj5kby4HshJpkZ3VRpzVyjT7QqOzzczprBfUhi7MffzHUSRhmsYc-L9IZMHKDZWifSrWOsVVDygblOznORFOJz6NZZfSN00e3EHI-uWqMrGr03PlgB4CrI_JuaESWbBDsqAeyZrHoBLSaQ/s1000/Taras%20Bychko%2004.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1000" data-original-width="1000" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEizFWI11QjKGMMYz10YS0VXt_rfc6CRHIg5gPIYnw8t_9lyQj5kby4HshJpkZ3VRpzVyjT7QqOzzczprBfUhi7MffzHUSRhmsYc-L9IZMHKDZWifSrWOsVVDygblOznORFOJz6NZZfSN00e3EHI-uWqMrGr03PlgB4CrI_JuaESWbBDsqAeyZrHoBLSaQ/s320/Taras%20Bychko%2004.jpg" width="320" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">Escribir
al paso, con una ironía contagiosa que esté llena de pesadillas y
ebriedades, con un asombro que nunca se agote. Escribir desde una
alegría que fácilmente enferme y un pesimismo que no me quite el
humor. Describir esa locura de la costumbre y esa sed de
contradicción que nos mueve, esa conciencia nuestra donde anidan
todos los gusanos del deseo. No creer en la escritura, sino en
aquello que podría ser la escritura. Vivir en lo improbable. Conseguir que no me
agote mi propia paradoja, y a la vez conseguir que me agote y
desdecirme. Dejar que la alegría esté más en las palabras que en
los personajes. Correr solo hacia dentro. Caer hacia la sátira y
hacia lo íntimo. Perderlo todo, porque el escritor que cree poseer
su oficio es el primero en traicionarlo. Equivocarme una y otra vez. </span></span></p><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> </span>
</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;">
</span></p><p lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm; text-align: center;"><span style="font-size: x-small;"><span style="font-family: helvetica;">Imagen: <a href="http://bychko.com/" target="_blank">Taras Bychko</a></span></span><br />
</p>
<p><br /></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-2008725525811318292022-06-10T13:57:00.008+01:002022-06-10T14:16:21.092+01:00En la noche de Céline<p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7bB9xOudK2ZTQI0m7PfIbaWWuJwZyt5L0lP-AkB8nowrI89MUXDmbNSyNw49wMvyj1x3-qi0ucN1DRREz1y7a-AfaIx1Xv0sjLev7DCxPGl-si1RueSj3Egz1Q7DhUmYK57BW9uPvuxgwoWSJMGukhN-T2GgFpXAxGZqa_yO3PvaG8Qd6LpWFxiqWjA/s2229/viaje-al-fin-de-la-noche.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2229" data-original-width="1485" height="338" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh7bB9xOudK2ZTQI0m7PfIbaWWuJwZyt5L0lP-AkB8nowrI89MUXDmbNSyNw49wMvyj1x3-qi0ucN1DRREz1y7a-AfaIx1Xv0sjLev7DCxPGl-si1RueSj3Egz1Q7DhUmYK57BW9uPvuxgwoWSJMGukhN-T2GgFpXAxGZqa_yO3PvaG8Qd6LpWFxiqWjA/w225-h338/viaje-al-fin-de-la-noche.jpg" width="225" /></a></div><br /><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"> <span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">La
prosa desatada que nos entregó Céline es la prosa que tanteó Zola
pero que nunca consiguió formular. Quizá por ese motivo <i>Viaje al
fin de la noche </i><span style="font-style: normal;">fue</span> una
novela insoportable, renovadora y catártica para los lectores de
entreguerras, unas cualidades que pueden haberse debilitado noventa
años después, pero que no han desaparecido. Céline es el narrador,
y acaso lo será siempre, que le concedió a la oralidad su capacidad
para ser gran literatura, el que supo unir con expresividad el
insulto y la obscenidad con la descripción poética y la reflexión,
y por eso la influencia de su gran libro es asombrosa en la
literatura contemporánea. Sin él no es posible explicar a Henry
Miller, Charles Bukowski, William S. Burroughs, Jack Kerouac, Michel
Houellebecq y a tanto otros escritores a los que ha influido sin
remedio.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> La
razón por la que Céline no es un escritor tan celebrado como Proust
es que todos reconocen dos cosas en él: el genio y la desgracia.
Vemos al antisemita y al colaboracionista, y solo podemos sentir
repugnancia. Luego leemos esta novela fabulosa, este libro que nos
explica como seres humanos, que acierta tantas veces y de una forma
tan excepcional, y comprendemos que estamos condenados a instalarnos
en la contradicción. Incluso un escritor judío como Philip Roth
reconocía que esta era una novela esencial para entender la
literatura de nuestro siglo, que era una obra apabullante, salvaje y
hermosa, pero que nunca se hubiera tomado un café con su autor. “La
literatura no es un concurso de belleza moral”, escribió Roth.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> El
protagonista de <i>Viaje al fin de la noche</i>, Ferdinand Bardamu, se alista en el ejército
y termina luchando en la primera guerra mundial. Enseguida descubre
su error, la desgracia que ha cometido, porque él no siente ningún
odio por los alemanes, no quiere matar a sus semejantes y no quiere
morir, pero es tarde, demasiado tarde, y ese error destruirá para
siempre su vida, porque Bardamu se ha convertido en un saco de huesos
y carne al servicio de la gran matanza, un animal más que debe ser
sacrificado en nombre de unos ideales que detesta. Bardamu empieza entonces su carrera febril para
escapar de la guerra, una carrera en la que conoce a Robinson, que
también quiere desertar. Bardamu se hace pasar por loco, pero el ejército no se fía,
como sucede con el resto de bajas psiquiátricas, y lo mantienen
vigilado esperando descubrir su teatro. En ese período obtiene un
breve permiso de convalecencia que le permite ir a París, donde
conocerá a Lola, una americana de la que se enamora al instante,
pero ella solo se siente atraída por los héroes militares, por
aquellos que están dispuestos a matar y a morir, y Bardamu, aunque
al principio miente sobre su pasado, es cualquier cosa menos un
héroe. El protagonista debe reintegrarse al ejército y enseguida
le invade el terror a caer en una guerra que desprecia, a convertirse
en otro cuerpo deshecho en mitad del silencio. Pronto vuelve a un
manicomio y después de varios traslados y penurias lo dan por
irrecuperable y lo envían a las colonias africanas. Allí Céline
destila su prosa ácida y nos muestra un sistema colonial que solo
existe gracias a la explotación de los esclavos negros, pero donde
la corrupción de los funcionarios, el crimen y la enfermedad
sobrevuelan cada gesto, chamizo o comercio. Para escapar de allí se
embarca como remero y llega a Nueva York, donde no le espera la gran
vida, sino otra forma de la pobreza, no menos extensa. Termina
trabajando a una fábrica de montaje de coches Ford en Detroit, donde
descubre que la mecanización del trabajo y la monotonía pueden
destruir a un ser humano en muy pocos días. Allí se termina
enamorando de una prostituta, Molly, a la que libera de su trabajo y
con la que sueña llevar una vida sedentaria y plácida. Es un
espejismo, porque Bardamu sabe que no fue hecho para esa vida, como
tampoco fue hecho para la guerra o para trabajar en una cadena de
montaje. Debe volver a Francia y justo antes de hacerlo, en un gesto
insólito en este libro impiadoso, en una novela empeñada en mostrar
la maldad y la degradación humana, Céline le dedica una página
amable a Molly, a la que nada tiene que reprocharle, a la que
reconoce que siempre amará. Bardamu obtiene en París su diploma de
médico y ejerce su profesión en un barrio paupérrimo, donde la
vida misma ha degenerado hasta mezclarse con el barro, la miseria, la
desesperanza y la maldad, hasta llegar al fin de la noche.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 160%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> <i>Viaje
al fin de la noche</i> es el retrato incómodo y despiadado de un
mundo que se deshace y el anuncio de la masacre en la que se
convertirá el siglo XX y
de la desorientación existencial en la que aún vivimos. La prosa de
Céline es vivísima, corrosiva, poética, reflexiva casi siempre,
pero nunca es una lengua literaria en el sentido solidificado y
mortecino del término, sino una lengua expresiva. El libro está
minado de personajes y de tesis que nos acusan, de espejos que nos persiguen: la imagen que muestran es atroz, pero no es
la imagen de un extraño, sino un extenso autorretrato
colectivo. No deberíamos mirar para otro lado.</span></span></p><p align="justify" style="line-height: 160%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p>
Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-90337149985507477072022-03-13T13:31:00.002+00:002022-03-27T19:32:30.252+01:00La gravedad y la gracia, de Simone Weil<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiJFersDNSyuLZkT3gKnkOIc2nkibtoKS2NPh7QWsZ2kiM9UA-F5eyhQ-1fPU50YCuvlIZebiTAw1mwW5FYQE_6PDH56VN-Ta1tZLHIHYwgUuNKVnKiGnCalH0HvqiFtfFFN4mfEIboKUzB73_S_gP84OtCPJsyTuSKrTkELmAmPKe2DGtdFXQGEcI5yw=s2717" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2717" data-original-width="1713" height="397" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEiJFersDNSyuLZkT3gKnkOIc2nkibtoKS2NPh7QWsZ2kiM9UA-F5eyhQ-1fPU50YCuvlIZebiTAw1mwW5FYQE_6PDH56VN-Ta1tZLHIHYwgUuNKVnKiGnCalH0HvqiFtfFFN4mfEIboKUzB73_S_gP84OtCPJsyTuSKrTkELmAmPKe2DGtdFXQGEcI5yw=w251-h397" width="251" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-family: georgia;">Leer a Simone Weil es como
buscar un refugio oculto en un bosque intrincado. A veces tardas
horas y páginas en encontrarlo, pero cuando lo haces nunca sientes
que hayas perdido el tiempo, porque en esos refugios del pensamiento que nos
cede Weil hay una cordura filosa, una inteligencia que, cuando
acierta, se viene con nosotros para siempre. </span></span><span style="font-family: georgia;">
</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Quiere la pensadora francesa
que no manchemos el mundo con nuestros esfuerzos, que evitemos la
insistencia, porque a veces lo único que conseguimos es destruir
aquello que amamos, aunque nos agrade creer que mejoramos el mundo.
Es su manera de pedirnos que cuidemos la felicidad ajena. Quiere este
libro que aprendamos a perdonar, que distraigamos el impulso de
venganza, y acaso reconocer ese impulso es el primer paso para evitarlo. Nos
recomienda no estar satisfechos de nuestras buenas acciones, porque
estarlo, sentir el ridículo orgullo del que cree actuar bien, es una
manera de ensuciar lo que hicimos, de convertirlo en comercio o en puro hedonismo.
Arguye Weil que necesitamos la conciencia de ser distintos de
como creemos ser, porque nadie es como se ve a sí mismo: el espejo es el primer impostor. Todo lo que nos decimos a nosotros mismos es una minuciosa fábula y nuestra memoria un pasaporte falsificado. </span></p><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;">Defiende la pensadora francesa que amar la verdad implica soportar el peso del vacío, y no
se equivoca. ¿Cuántos, por no aceptar una verdad dolorosa,
abandonan su esperanza o su cordura en busca de los mayores
espejismos? Quien ama la verdad, escribió el rabí Nachman de
Breslau, debe aceptar que no siempre tendrá la razón. Asegura Weil
que el apego a lo material es una forma de incomprensión de la
realidad, porque lo real es todo menos algo sólido y permanente, y
si existe algo que perdura es justo aquello que no podemos tocar ni
poseer. El avaro, explica otra página de este volumen, es el ser que
mata su tesoro, porque desea acumularlo más que disfrutarlo, porque
se priva de aquello que dice amar. En otro apunte nos pregunta si
podríamos ver de otra forma, porque hay algo que siempre se
interpone entre la mirada y el mundo, y al recorrer esa línea he
sentido que se estaba renovando aquella tesis de Montaigne, según la
cual el problema no son las cosas, sino las ideas que tenemos sobre
las cosas, las ideas que enturbian nuestra mirada.</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Uno siente que <i>La gravedad y
la gracia</i> es una colección de apuntes que quisieran construir
una filosofía del desapego, un evangelio de la renuncia, una nueva
visión de Dios, donde a veces Dios mismo no cabe, o al menos no cabe
el Dios que promete el catolicismo. El suyo es un pensamiento donde la
generosidad es un principio radical y puro, un principio que no admite pactos, una acción con la que no puedes traficar sin desintegrarla. </span></p><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;">Su forma de aceptar la
contradicción y convertirla en emblema me resulta al mismo tiempo
conmovedora y cierta. Me conmueve porque sé que esa contradicción
puede destruirnos, pero debo reconocer que hay en esa aceptación de
lo contradictorio una fotografía fiel del ser humano.</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Sabe Weil que el amor auténtico
no exige compensación del ser amado, como no le exigimos a los
muertos que nos devuelvan el afecto que les tenemos. El amor, para
serlo, solo puede ser un amor que se da y no espera. Nos recomienda
en otro apunte que antes de exigir que los otros nos entiendan quizá
deberíamos entendernos a nosotros mismos, y esa es una tarea compleja. </span>
</p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Para Simone Weil, y ahí siento
la distancia que me separa de su pensamiento, el sufrimiento es un
don, una forma de estar completamente en la vida, de no perder nada
de cuanto nos concede. El suyo es un antihedonismo que aspira al
dolor para entender el mundo, pero nunca defenderé que el dolor
pueda ser una vía de conocimiento. </span>
</p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> A pesar de su compromiso con las
causas sociales, Weil no duda en criticar al marxismo, y a pesar de
sentirse una mujer cristiana, su Dios es un Dios heterodoxo, un Dios
que lo es todo y donde también caben los ateos. Por eso afirma que
si el mundo está totalmente vacío de Dios es porque este mundo es
Dios. No debe extrañarnos que los teólogos queden confundidos ante
su pensamiento donde la solidaridad, el desapego y el panteísmo forman
un mismo cuerpo. </span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Evita toda bajeza, nos anima, es
decir, evita pedirle cosas a un mundo que no existe para darte nada,
evita la gravedad. Acércate a la gracia, sin temor y sin esperanza,
que es acercarse a la renuncia y a la generosidad, al amor que no
exige compensación. </span></p><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;">Pienso ahora que la historia del mundo es la historia de una
acusación injusta, la acusación de Sócrates, de Juana de Arco, de
Jesús de Nazaret, es la historia de un juicio y una condena. Lo
importante no es que el juicio fuera injusto, lo importante es saber
si hoy no eres tú uno de esos jueces dispuestos a condenar a un
inocente, o si mañana serás capaz de defender tus
ideales a pesar del destino que te espera.</span></p>
<p> </p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-22100727349334606122021-12-22T17:47:00.006+00:002021-12-22T18:01:32.422+00:00Al final del miedo, de Cecilia Eudave<p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgHPWnyK9V_ntatXxb3ankI2Xw8CQcL9IUCK7EyrlXMdBzJaUSfnBPcF0CCIhnd-uQEqLEcWVThYboSIZkuAsuG5Y-Bq91opqO61f73AupVcbSXZIJBCxBLAECJTuh2R-PqlqgaFpFN4JuOGzLdWCYeju2Hwbr6Jdq7om8Xx90xYnzpYJwkF3gFWeD3cw=s3000" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="3000" data-original-width="1875" height="360" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEgHPWnyK9V_ntatXxb3ankI2Xw8CQcL9IUCK7EyrlXMdBzJaUSfnBPcF0CCIhnd-uQEqLEcWVThYboSIZkuAsuG5Y-Bq91opqO61f73AupVcbSXZIJBCxBLAECJTuh2R-PqlqgaFpFN4JuOGzLdWCYeju2Hwbr6Jdq7om8Xx90xYnzpYJwkF3gFWeD3cw=w225-h360" width="225" /></a></div><br /><p></p><p></p><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><span><span>Miles
de agujeros han empezado a surgir por la ciudad, son bocas que vienen
como del más allá, ojos de un mundo subterráneo, avisos de una
plaga que este libro de cuentos registra y propaga. <i>Al final del
miedo</i>, de Cecilia Eudave, es un volumen que se funda en un
reguero de amenazas inexplicables, pero que termina por sondear una
quiebra real, un abismo cotidiano, aquel que nos separa sin remedio
de los otros, allí donde la soledad se multiplica y la comunicación
es ceniza.</span></span></span></span></p><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><span><span> En
el trabajo “Sereno olvido” la excusa es una caída por la
escalera. La protagonista pierde el conocimiento en ese accidente y
cree despertar al instante, pero en realidad han pasado varias horas
desde el golpe. La herida es severa y un hilo de sangre se empeña en
recorrer su frente. Pronto descubre que no reconoce los nombres que
hay en su agenda, que los rostros de las fotografias que hay en el
mueble del salón no le dicen nada. Recuerda la casa y los objetos,
recuerda las calles y los infinitos detalles de la ciudad, pero ha
sido liberada de cualquier memoria de otra persona. El mundo se ha
poblado de extraños. Siquiera sabe si está casada o cuál será el
improbable rostro de su marido. La mujer se marcha a un hotel, como
si nada la retuviera en aquella casa. Al final el cuento da un giro
hacia su esposo, un giro simbólico: también él sufrió un golpe y
perdió la memoria de la gente, también él ha renacido en un mundo
de extraños.</span></span></span></span></p><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><span><span> El
cuento que da título al conjunto, “Al final del miedo” retoma el
asunto de los agujeros que surgen por todas partes en la ciudad. Ese
tema se ha ido cebando a lo largo del libro, algo que sirve de hilo
conductor, de obsesión compartida. Hay puertas que se abren en
algunos relatos y que solo se cierran en otros, y eso convierte al
libro en una casa mágica. </span></span></span></span>
</p><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><span><span> La incomunicación es el motivo que gravita este libro.
Los personajes que nos concede Cecilia Eudave se contradicen,
persiguen algo que enseguida detestan, desconfían de sí mismos y
del mundo, pero siempre están solos y no parece que haya remedio.
Acaso las palabras solo sean un bálsamo, un engaño último, un
trampantojo. Nadie escucha o nadie dice nada. Los otros siempre están demasiados lejos.</span></span></span></span></p><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"><span><span> Lo
fantástico convive con lo cotidiano en estos cuentos, pero su
objetivo no es concedernos una realidad otra, sino atravesar la
nuestra en busca de una perspectiva psicológica, como quien observa,
bajo las palabras mil veces repetidas, el temblor y el desasosiego,
las cifra del miedo.</span></span></span></span></p><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 160%; margin-bottom: 0cm;"><br />
</p>
Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-75095944327014545902021-12-22T16:54:00.005+00:002021-12-22T17:15:41.745+00:00Una antología de Paolo Febbraro<p><br /></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhUacioqhBf8ZCHKw5EkXWLFJQ2jp6WGp8uConct01VSVPE0GJctPN4UERHFPGdfO84Be6cIwQbDRSXm_CHV6VY0q92ZM2eznc_IUe-H-9ky1RaYS_whKrJLfLHuKEIexndIJj8rvhSNee4Y5Kgd0JBgwi-7sAWQ5HD5B0bLhAwX0p6s-giOp6DzWr5HA=s770" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="770" data-original-width="552" height="344" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEhUacioqhBf8ZCHKw5EkXWLFJQ2jp6WGp8uConct01VSVPE0GJctPN4UERHFPGdfO84Be6cIwQbDRSXm_CHV6VY0q92ZM2eznc_IUe-H-9ky1RaYS_whKrJLfLHuKEIexndIJj8rvhSNee4Y5Kgd0JBgwi-7sAWQ5HD5B0bLhAwX0p6s-giOp6DzWr5HA=w246-h344" width="246" /></a></div>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"> <span style="font-family: georgia;">Si
algo caracteriza la obra de Paolo Febbraro es la extrañeza de su
apuesta dentro de la poesía contemporánea, la compleja originalidad
de sus perspectivas, que nunca se recrean en la celebración o en el
juego verbal, que se atarean en la redefinición del mundo, en la
imaginación reflexiva, en una concepción elegíaca y dramática del
pensamiento. </span></span></span><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> El
otro elemento que explica la poesía de Febbraro es la
despersonalización, como el uso del monólogo dramático, su
virtuosismo para asumir dentro de su discurso la voz de los otros,
pero no a la manera descriptiva de Edgar Lee Master, sino como una voz que termina por integrarse en la
meditación del otro, aunque ese otro naciera hace un milenio y su
memoria arrastre una deformación inevitable. Esa aspiración plural
justifica la más nítida de sus apuestas, aquella que sostiene que
la poesía puede ser una forma de conocimiento, como quería su
maestro Lucrecio.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Paolo
Febbraro nos habla de ese lugar apartado, en apariencia inaccesible,
donde solo parece habitar la oscuridad o el error, y donde debe
adentrarse la poesía, porque solo en el descubrimiento es posible
esta escritura indagatoria: “la penna scrive dove quel buio
conduce”, es decir, “la pluma escribe adonde esa oscuridad
conduce”.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Febbraro
nos empuja hacia la desposesión, porque tampoco el cuerpo te
pertenece, tampoco tus pasos o tus patologías: no eres más que una
propiedad del tiempo, efímero transeúnte de tu carne, huésped
enfermizo de la sangre, turista desprevenido en la frágil geografía de unos huesos. </span></span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjG75QjxCYmaJ2Fmv_OkEtpH8L50l54AE6Ko-oufu5U5UDBRGzvWV1AsEEnTio_u8hLXjofYZ_zkAGvE_mNQ3SAkSbRDTtqTPCKuwnn8euKXzbxDUmUnUsY6cjiB56y01-XtHGoGbABF-b3NC_Mh63yAzpM3FBGRH-6orsmAR8o9YpFKszIg1zIWgi7kQ=s684" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="684" data-original-width="500" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/a/AVvXsEjG75QjxCYmaJ2Fmv_OkEtpH8L50l54AE6Ko-oufu5U5UDBRGzvWV1AsEEnTio_u8hLXjofYZ_zkAGvE_mNQ3SAkSbRDTtqTPCKuwnn8euKXzbxDUmUnUsY6cjiB56y01-XtHGoGbABF-b3NC_Mh63yAzpM3FBGRH-6orsmAR8o9YpFKszIg1zIWgi7kQ=s320" width="234" /></a></span></span></div><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span>
<p></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Cualquier
ámbito es suficiente para esta poesía, porque en su obsesión por
desplazar los significados, por redefinir cada animal, teoría o
prejuicio, Febbraro consigue llevarnos hasta un lugar inesperado. Una
plaza le basta para escribir un poema invulnerable, que le concede a
ese territorio una multitud de tiempos simultáneos. La plaza se vuelve anagrama de la locura,
el sueño en el que confluye la historia, el lugar que ilumina la
prosa de la calle y desborda la soledad.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="font-weight: normal; line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Esta
poesía surge a veces de un lugar conocido (una estatua, un personaje
histórico, una filosofía, un rayo de luz entre el ramaje) pero
enseguida lanza esa realidad hasta un espacio nuevo: le concede una
lectura insospechada, un cambio de perspectiva, una teoría que la
desintegra. La poesía funciona así como una traición constante a
la norma, a la retórica previsible, al óxido del idioma, como una
llama que va quemando la costumbre de las palabras repetidas, como un
discurso que desconfía de todos los discursos.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> La
naturaleza reflexiva de estos poemas no es menos evidente que su
capacidad para transformar cualquier realidad en una imagen suficiente
del mundo. Es así como nos llega la voz de la piedra, que se
convierte en la voz de los milenios, en un cuerpo que trepa por
millones cuerpos. El Tíber es la vena abierta de un mundo anciano al
que puedes asistir desde la ventana de cualquier época. La gaviota
trama en el aire la tensión de la caza. Es el reclamo obstinado de
la ruina, la belleza de lo que pesa, el anuncio de lo que se
derrumba. Es una frase de Simone Weil o la voz del hereje, que es
también la voz del poeta, porque los siglos se confunden y
cristalizan en una misma lejanía en estas páginas. Es el insomne
que gravita cada noche la culpa, que responde a las preguntas de un
fiscal invisible, es la herida de la conciencia que regresa sin
descanso a la escena del crimen, al íntimo error del que no puedes
deshacerte. </span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Nada
de eso sería posible sin las meticulosas versiones al castellano de
Juan Pérez Andrés, incluidas en esta antología, <i>El bien
material</i>, que recorre toda la poesía ortónima de Febbraro.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><br /></span></span>
</p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-46805518698868387432021-10-20T14:57:00.011+01:002021-10-20T20:52:32.862+01:00Sobre máscaras, apócrifos y fantasmas<p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZe6lEolZ5QSs47Onbf3wKrnHBqcid-L3KqUTOESgRSlVQwXUfvF13_1aY0db4tf_kVaHId66uiBd_O3a_B-ecV0RgiU1RFWQUANxO5yyM-PIBBrCGCeQ0kRwtOK6c343YjnS22fPZHdvM/s1200/Gustavo+Minas+02.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="801" data-original-width="1200" height="274" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjZe6lEolZ5QSs47Onbf3wKrnHBqcid-L3KqUTOESgRSlVQwXUfvF13_1aY0db4tf_kVaHId66uiBd_O3a_B-ecV0RgiU1RFWQUANxO5yyM-PIBBrCGCeQ0kRwtOK6c343YjnS22fPZHdvM/w410-h274/Gustavo+Minas+02.jpg" width="410" /></a></div><p><br /></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">He
perdido media vida inventando máscaras, autores fantasmales,
personajes que habitaban más allá del libro en el que nacieron,
citas apócrifas que solo podían ser reales, escribiendo reseñas de
libros imaginarios, multiplicando ese juego de sombras, y solo lo
hice porque aún conservo una antigua y detestable convicción:
importan las palabras y no los nombres, el texto y no la firma.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Por
eso cuando escucho hablar de vergonzosas máscaras que caen, de
seudónimos atrapados en una mentira, de nombres que esconden
clandestinamente otros nombres, de grandes falsificaciones, intuyo
que solo estamos asistiendo a una coreografía inútil. Al periodismo
le gusta hablar de engaños y traiciones, como si ignorara que el
arte es una mentira cuya función es interrogar a la verdad. El arte
no te miente, no puede hacerlo, como sostuvo Nietzsche, porque desde
la primera línea te dice que es ficción, que nada de cuanto lees es
real. ¿Importa que Homero fuera un hombre llamado Homero y no el
resultado de una populosa tradición, o importan las páginas que
leemos bajo ese nombre?</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"> <span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> La
máscara no nace para esconder, sino para revelar. Shakespeare
necesitó a Lady Macbeth para hablarnos sobre la ambición, Camus
recurrió a un Calígula desquiciado para mostrar la enfermedad del
poder y Antonio Machado tuvo que inventar a Juan de Mairena para
darle voz al filósofo que lo habitaba. Lo importante no es quién se
esconde detrás del seudónimo, el heterónimo o la máscara, quién
inventó la cita apócrifa, lo único relevante es lo que esa voz nos
dice, si necesitamos el paisaje que nos entrega, si podemos respirar
en sus ideas. </span></span>
</p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES"> El
otro día recor</span><span lang="es-ES">dé</span><span lang="es-ES">
el </span><span lang="es-ES">volumen</span><span lang="es-ES"> de
autores fantasmales </span><span lang="es-ES"><i>La nación de los
olvidados</i></span><span lang="es-ES">, </span><span lang="es-ES">uno
de los más enigmáticos de cuantos he leído,</span><span lang="es-ES">
y sentí una antigua hermandad con ellos. </span><span lang="es-ES">P</span><span lang="es-ES">ensé
</span><span lang="es-ES">también</span><span lang="es-ES"> en la
poesía memorable de Luis Lenz, de cuyo autor nada sabemos y nada
necesitamos saber. </span><span lang="es-ES">Volví a</span><span lang="es-ES">
Manuel Martins y </span><span lang="es-ES">a</span><span lang="es-ES">
mi maestro Fabio Montes. </span><span lang="es-ES">Mis lecturas y
recuerdos están invadidos de fantasmas, y a ellos les debo la poca
cordura que me sostiene.</span></span></span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES"> <br /></span></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhY8S8b6OW5oowJCf7oXIEpeYChql2XMWwfBcGAaw4G6pQ-BsdL-oXBiw5JiBP3EvU2ZNc43U7Is0vdVb5LIcVGpVwdP8epBKnwKKGYvWBahlG_9zzZuLqLUR9lB8mjqwjsIQjIYaNEr26t/s1104/naci%25C3%25B3n+1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1104" data-original-width="716" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhY8S8b6OW5oowJCf7oXIEpeYChql2XMWwfBcGAaw4G6pQ-BsdL-oXBiw5JiBP3EvU2ZNc43U7Is0vdVb5LIcVGpVwdP8epBKnwKKGYvWBahlG_9zzZuLqLUR9lB8mjqwjsIQjIYaNEr26t/s320/naci%25C3%25B3n+1.jpg" width="208" /></a></span></div><span style="font-size: small;"><br /></span><p></p>
<p></p><p><span style="font-family: georgia;"></span><span style="font-family: georgia;"> </span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">Hace
unos años traduje <i>El diario de Kaspar Hauser</i>, del escritor
Paolo Febbraro, que era el diario falso de un hombre real que vivió
en el siglo XIX escrito por un poeta italiano de nuestro tiempo.
Ninguno de esos disfraces enturbia la convicción de haber traducido
un libro donde la filosofía y la poesía habían cristalizado en una
voz nítida y asombrosa. Hace años leí uno de los grandes libros
satíricos que conozco, <i>Vacío perfecto</i>, de Stanislaw Lem,
donde una secuencia de reseñas de libros imaginarios sirven para
destripar muchas de las grandes estéticas y teorías del pensamiento
occidental. Sin el concurso de esos fantasmas el libro de Lem hubiera
sido un amargo carrusel de pesimismos.</span></span></p>
<p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
No sé quién soy hasta que dejo de serlo. El yo es el nombre de un
desconocido, la última mentira, el pasaporte falsificado de la
memoria. Como escribió una vez Lester H. Thomas: “No necesito ser
real, me basta con ser leído”.</span></span></p>
<p lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm; text-align: center;"> </p><p lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm; text-align: center;"><span style="font-family: helvetica;"><span style="font-size: x-small;"> Imagen: <a href="https://www.gustavominas.com/">Gustavo Minas</a></span></span><br />
</p>
<p><br /></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-31068043071831698502021-07-29T12:14:00.003+01:002021-07-29T12:25:26.241+01:00Para volver a Felisberto Hernández<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgG8qushZoYl6nPnpoWrEQbSOcGtqkRBlu89tPyGwhuCqMy06K5OFc1GHJlqg3QKj4efi7pc5lmTm7HKK25bq96LILRG5JJ55o0Dz5WJtGLPydtmTNi12gw7X1ENoiYSHg5HOekFPf2-sPJ/s2048/felisberto+hdez+02.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1299" height="336" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgG8qushZoYl6nPnpoWrEQbSOcGtqkRBlu89tPyGwhuCqMy06K5OFc1GHJlqg3QKj4efi7pc5lmTm7HKK25bq96LILRG5JJ55o0Dz5WJtGLPydtmTNi12gw7X1ENoiYSHg5HOekFPf2-sPJ/w213-h336/felisberto+hdez+02.jpg" width="213" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"> <span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">Hay una vida que corre
subterránea por la ciudad, que se desliza por las calles y puebla
nuestras casas, que invade el pensamiento y eriza nuestros días, una
vida dudosa que la literatura transforma en algo cierto. Para que sea
posible esa vida es necesaria una literatura de la imaginación, una
página que desconfíe de la costumbre y de la apariencia, una
escritura que permita la convivencia de lo fantástico y lo real. En
ese espacio mágico se establecen los cuentos de Felisberto
Hernández, alguien que sabía reírse de sus propias invenciones y
personajes, del mundo y de sí mismo, que depositaba en la
perspectiva y en el juego la suerte de sus historias, alguien que no
cierra el mundo cuando escribe, sino que lo multiplica y desborda.</span></span></span></p><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> En sus cuentos la frontera entre lo real y lo
ficticio se ha disuelto, y los personajes, los animales y los objetos
forman parte de una sola naturaleza. Si algo identifica esta
escritura es la insistencia en la personificación, como si no
hubiera puerta, cigarrillo, frasco o bufanda que no pueda ser a la
vez gaviota, amante, amigo o hermana. Nada está libre de esa
mutación en estos cuentos, nadie a salvo de ese juego. Las
sinestesias se reproducen y colonizan una prosa que nunca cede del
todo a lo real, que nunca se abandona por completo a lo fantástico,
como si habitara un espacio líquido donde es posible cualquier forma
o ley.</span></span></p><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> Cada
escena y cada ámbito, por cotidiano que parezca, se llena aquí de
metáforas y pasadizos, como si la vida de los objetos y de las
personas se hubieran encontrado en un lugar nuevo, allí donde nada
es lo que era antes de que existiera ese cuento. Acaso sea esta una
de las aspiraciones de toda literatura: contar no lo tangible, sino
lo psicológico, la percepción más que el acuerdo público sobre lo
percibido.</span></span></p><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"></span></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-size: small;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTN62qxv-elLXiV_knPvFnUfy1igG9uC6Kby76n3HHXoJv3pEzY3MxUCaTM1y2fPvHEWV9avSVhiOM-1EtBzmFSgtqaM0ogeCMYTYC4GHWNR-mfOG-DzCBlnBDHVNPIhTbkL2zZb31j85d/s600/felisberto+hdez+03.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="600" data-original-width="390" height="338" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiTN62qxv-elLXiV_knPvFnUfy1igG9uC6Kby76n3HHXoJv3pEzY3MxUCaTM1y2fPvHEWV9avSVhiOM-1EtBzmFSgtqaM0ogeCMYTYC4GHWNR-mfOG-DzCBlnBDHVNPIhTbkL2zZb31j85d/w220-h338/felisberto+hdez+03.jpg" width="220" /></a></span></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: medium;"><span style="font-family: georgia;"><br /></span></span></p><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;">Antes que prometer un argumento,
estos cuentos vivifican lo que parecía inánime, y nos conceden un
ámbito mental, unos personajes insólitos, empujados por deseos no
menos absurdos que los nuestros, cuentos que nos permiten acceder a
una lógica donde la razón se ha desvanecido, donde el asombro, la
angustia o el juego prevalecen. Por eso no es difícil encontrar en
este libro a una mujer casada con un balcón y luego viuda, por eso a
nadie extraña que el narrador crea ser un caballo y que de alguna
forma lo sea, y que tenga dueño y sea maltratado y deba aprender a
huir, un caballo que fue hombre y bebe en los ríos y en las charcas,
y pasta donde puede y le dejan, un caballo desorientado que será
acogido por una profesora que se le parece. Por eso comprendemos a
ese tipo enamorado de una mujer a la que nunca ha visto y de la que
no sabe el nombre, una mujer a la que solo ha escuchado, o como dice
el narrador, a la que solo puede tocar con el oído.</span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">
</span></span></p><p></p><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> El
tiempo se ha vuelto flexible en las historias de Felisberto
Hernández: a veces los días se contraen en una conversación menor,
luego unos pocos segundos se dilantan y parecen años. ¿Acaso no es
eso lo que sentimos cada día, esa sensación de que el tiempo es
algo emocional, algo que no concuerda con la medida regular y
mecánica, con el paso militar de los relojes?</span></span></p><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;"> Al
leer a Felisberto Hernández he pensado que Gombrowicz debió heredar
de él su mirada hacia lo minúsculo y arriscado, su fusión de
sátira y emoción, su tendencia a la parodia. También sé que a
ninguno puede sorprenderle ahora que Carlos Fuentes o Julio Cortázar lo leyeran con admiración.<br /></span></span></p><p align="justify" style="line-height: 190%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-size: small;"><span style="font-family: georgia;">Nadie
es el mismo después de leer a Felisberto Hernández, después de
comprender a ese joven que aceptaría la amistad de un árbol, de
entrever la vida autónoma de la manos que se atarean en infinitos
trabajos sin sentido, de conocer al hombre que cuidaba a su
enfermedad como a su propia vida, después de comprender que ese
piano negro parece un sarcófago, de la enloquecida conciencia que
tiene de cada minúsculo gesto el pianista, de la música que
desciende y atraviesa las nubes de humo de un café, como si los
músicos fueran empleados celestes. No, no es posible observar el
mundo con los mismos ojos después de leer estos cuentos.</span></span>
</p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><br /></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-20721616080462640832021-07-19T15:37:00.003+01:002021-07-19T15:38:13.805+01:00Transmutar el silencio<p><br /></p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEif2FYQeBaM3m3p3No0FxAqUxuPy6HWIYHWHsfpa19yujqTFjn4pC1QtadjxbcxUvn9oH7CQSBpDg4GKD5BJeGAYIuxnD97lRC_62CVGIYZ_o1lGSW-eyZ2V4mcOziZ_as9RLvKo8iyhTfg/s800/damian-borges-desvan-10.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="532" data-original-width="800" height="230" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEif2FYQeBaM3m3p3No0FxAqUxuPy6HWIYHWHsfpa19yujqTFjn4pC1QtadjxbcxUvn9oH7CQSBpDg4GKD5BJeGAYIuxnD97lRC_62CVGIYZ_o1lGSW-eyZ2V4mcOziZ_as9RLvKo8iyhTfg/w346-h230/damian-borges-desvan-10.jpg" width="346" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"> <span style="font-family: georgia;">Acaso
perseguir una imagen cierta de la condición humana sea como intentar
tocar un espejismo. Puede que aquello que buscamos, esa imagen de lo
que somos, no sea posible, o solo lo sea indirectamente, como las
marcas que deja un coche en el barro, apenas una sugerencia de lo que
pudo ser, huellas que describen el peso del vehículo y el dibujo de
lo neumáticos, marcas que insinúan la realidad, pero que nunca
terminan de ofrecernos una imagen nítida e indudable. </span></span></span><span style="font-family: georgia;">
</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> La
literatura lleva milenios atareándose en ese viaje indirecto que va
de la simple huella en la tierra al paso elástico del leopardo, de
las marcas que dejan unos pies en la arena hasta la persona que huye
y cuyo nombre ignoramos, desde las gotas de sangre en una pared hasta
la escena completa de un crimen. Puede que ese sea el centro de
nuestro oficio: intentar reconstruir el mundo a través de materiales
escasos, llenar de significado las ausencias, transmutar el silencio
en música.</span></span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm; text-align: center;"><span style="font-family: georgia;">Imagen: <a href="http://www.damianborges.com/">Damián Borges</a><br /></span></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-337247290568776602021-04-06T01:39:00.006+01:002021-04-07T11:39:08.055+01:00Arenas movedizas<p> </p><p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiC5k6JzxQpN2GylkadZD6WpyYvCXrtFI_gbukAsLmiqxQLWRgpRsfXbGgm2Wi0oVjY4qoII6qhM3ZZtth-ixYJU761Ei_t-X3dWqym5gglgQZZ3FFt9Wd99iukyMZxjBCGX5IQXpvniSy/s1600/Codex+seraphinianus+02.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1098" data-original-width="1600" height="272" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiiC5k6JzxQpN2GylkadZD6WpyYvCXrtFI_gbukAsLmiqxQLWRgpRsfXbGgm2Wi0oVjY4qoII6qhM3ZZtth-ixYJU761Ei_t-X3dWqym5gglgQZZ3FFt9Wd99iukyMZxjBCGX5IQXpvniSy/w396-h272/Codex+seraphinianus+02.webp" width="396" /></a></div><br /><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">Me
pregunta una amiga qué tal va mi vida más allá de la
literatura, y no sé qué responder, porque mi vida más allá de la
literatura es como la de un insecto. Quizá menos.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Al
final le digo que me muevo entre el oleaje de la supervivencia y las
rocas de la depresión, pero que la ironía siempre acude en mi ayuda
en forma de salvavidas.</span></span><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> ¿Cómo
podrá alguien sobrevivir en este mundo sin desentenderse de sí
mismo, sin olvidarse de lo que es, sin desconocerse? ¿Cómo no
acudir desesperadamente a reírse de ese tipo que te mira cada mañana desde el espejo? ¿Qué magnitud debe
tener el orgullo de quienes no observan su propia torpeza, su indignidad? ¿Cómo
será convivir cada día con una confianza de acero inoxidable? ¿Qué
dimensiones tendrá la fachenda de los que nunca dudan de su
discurso? </span></span>
<span style="font-family: georgia;">
</span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Le
confieso a mi amiga que sigo impartiendo talleres y haciendo
colaboraciones, porque los alumnos son piadosos conmigo y quizá
hayan formado una especie de comunidad protectora para escritores en peligro de extinción. Le comento que leo y escribo
como un adicto, pero sin atributos místicos.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Hace
poco un amigo me confesaba que hablar conmigo era como caminar por
arenas movedizas. Le agradecí la definición. Él intentó
justificarse: es que siempre te rebates a ti mismo. Esas arenas movedizas no son una definición muy precisa
de mi charla, pero sí de mi vida.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"> <span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Es
cierto que hay días en los que me veo como un loco que descifra
emblemas sin descanso, alguien que cree escribir manuales en idiomas
imaginarios, códices serafinianos para lectores imposibles, y otros
días en que comprendo que apenas soy un puro enfermo que no sabe cómo
escapar de su patología.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"> <span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Lo
único cierto es que visto desde fuera solo soy alguien que da un
poco de risa.</span></span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> <br /></span></span></p><span style="font-size: small;"><span style="font-family: trebuchet;"> Imagen: fragmento del <i>Codex Seraphinianus</i></span></span>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-83576440578259672442021-04-04T10:54:00.007+01:002021-04-06T09:02:47.899+01:00El más extraño mediodía, de Luis Lenz<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqT0NPmVOJ_SFYzmZJxP8AxAUofAqQwBBFpzuNRuJVZZodJTJCId8iKS3eWtkG1I5sft8h1xlxKe6ZcY1fpTJtFQKLK3xIQBLs5TcFYsOcOkSzo4i1QH4em2bz2WvOPdKyn9iG8a50ezmj/s2048/LuisLenz+portada.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2048" data-original-width="1099" height="352" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgqT0NPmVOJ_SFYzmZJxP8AxAUofAqQwBBFpzuNRuJVZZodJTJCId8iKS3eWtkG1I5sft8h1xlxKe6ZcY1fpTJtFQKLK3xIQBLs5TcFYsOcOkSzo4i1QH4em2bz2WvOPdKyn9iG8a50ezmj/w189-h352/LuisLenz+portada.jpg" width="189" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span>La
literatura es algo que siempre está más allá del dudoso brillo de
un nombre, algo que no puede cobijarse bajo el chamizo de una fama,
porque cada lectura es una sentencia impiadosa realizada por un juez
que no tiene que dar explicaciones a nadie. El único lector que me
interesa es aquel que ignora la firma y solo atiende al texto. </span></span><span style="font-size: small;">
</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span> ¿Eres
capaz de leer sin prejuicios una página aunque no sepas nada de su
autor? Hay ciertos libros que nos obligan a responder a esa pregunta,
porque sus autores son invisibles o vienen enmascarados. Ningún
auténtico lector se detendrá ante ese desconocimiento, como ninguno
debería ignorar este poemario, <i>El más extraño mediodía</i>,
cuyo autor es Luis Lenz.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span> Hay
un oficio silencioso, al borde lo indecible, en estas páginas. La
escritura aspira a ser aquí como la muesca que deja una piedra en
otra, como la erosión que esculpe lentamente, con la mano invisible
de los milenios, un acantilado. Es una poesía que quiere ser más que
decir, respirar antes que explicar, entender que nada puede ser
entendido.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span> Luiz
Lenz nos lleva hasta el precipicio de la conciencia, allí donde
nuestras preguntas son el comienzo y el fin del viaje, como una plaza vacía bajo el sueño alucinado
de los siglos, como esa ignorancia que nos explica y condena, que vuelve a
cada paso, en cada gesto a la vez insólito e innecesario, perfecto y sin peso. </span></span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span> La
conciencia del vacío es aquí como una desposesión de todo cuanto
justifica la existencia, una conciencia que se aleja de los sueños y
los ideales, pero que no niega su impulso ni su presencia. Es como si
Lenz nos observara desde lejos, con una mezcla de afecto y estupor,
con la distancia del que está vivo y a la vez está fuera del
tiempo, como el que entiende que el ser humano necesita alejarse de
sí mismo para entender su minúscula realidad. La vida, como decía
Eugenio Montejo, es algo más grande que lo humano, una celebración
que nos rodea y se cumple entre nosotros, es el sol que arde en los
aleros, el viaje de los siglos que remueve la tierra, la remota
sucesión de los fracasos y los cuerpos. </span></span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span> El
poema de Lenz detiene el instante, lo incendia, y luego avanza con
esa llama hacia el pensamiento. Es ahí, en su naturaleza reflexiva,
en su meditación, donde esta poesía se cumple. Es cierto que antes
el poema se ha llenado de vida al concedernos un paisaje reconocible:
vemos a alguien sentado en el banco de un parque, el espacio de una
plaza, una lluvia sobre el mar, las manos
de la aurora, los muros blancos de una iglesia, el cementerio que
espera, las visiones hambrientas de un perro. Vemos lo cotidiano,
pero en verdad no vemos nada, y el poeta sabe que todo está a la vez
presente y oculto. Muy pronto el poema </span></span></span><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span>cruza la autopista del pensamiento</span></span></span><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span>,
presiona el ventanal resquebrajado de los años, se vuelve ayer y hoy
y mañana, se doblega ante la fragilidad de todos. Es ahí cuando consigue lo más
complejo para una página, ser al mismo tiempo idea y conmoción,
comprensión y caída.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span> Este
libro redescubre lo real como si cada poema propusiera una
educación de la mirada. Basta para entender eso una de sus tesis
principales: la esencial unidad de todo, la sola quebradura que
recorre lo vivo y nos cose. El mirlo es también la plaza y
el aire y esa mujer que ahora cruza la calle; la luna y el perro
hablan un mismo idioma, también el asfalto y la noche, también cada
soledad en su esquina, cada silencio. No hay escapatoria: también
tu enemigo, también aquel al que desprecias eres tú.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span>
Si hay un poema inevitable en este libro de Luis Lenz, ese poema es
“El viejo”. En esa página puede leerse: “Los laureles /
parecen escuchar sus pensamientos / como dioses que saben y recuerdan
/ al niño, al joven, al anciano unidos / por una cuerda de cristal
de fuego”. El tiempo psicológico es uno solo, y en él se funden
los años en la cápsula de un instante.</span></span></span>
</p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span>Hay
un dolor contenido en este libro, un dolor que cristaliza cuando se
vuelve idea: es la sensación de inutilidad de cualquier acción, las
oraciones perplejas del que conoce la magnitud de su ignorancia
(siempre enfrentado a quien se jacta de sus microscópicos
conocimientos de larva sonriente), las leyes del azar que rigen
nuestro destino. Hacia ese
silencio caminamos, y quien escribe, tarde o temprano, debe aceptar
que su voz perderá la memoria, que escribir es caer.</span></span></span>
</p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span> Hay
libros que caminan a nuestro lado sin hacer ruido, libros que podrían
pasar de largo, libros que nunca estarán en el centro del escenario.
No me preocupa esa omisión, porque la mejor literatura solo necesita
cumplirse en unos pocos lectores. <i> El más
extraño mediodía</i>, de Luis Lenz, no fue escrito para recibir
aplausos, tampoco para congraciarse con nadie, pero sé que posee más
verdad y poesía que la mayoría de los libros que aplaudimos cada
día.</span></span></span></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><br />
</p>
Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-47405680382574128002020-12-30T16:15:00.002+00:002020-12-30T16:17:52.317+00:00El explorador polar, de Joseph Brodsky<p> </p><p></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAp5EQTIuoEwEv7fRtta0_ZcjDlXvv_WS3FoYXdEWsFGueWi-MLzGh-AVnZqKsRzmxwgFeRG3Ifez4aqCImpko-qRDF3AvNN6HoLKb79a26NrKqVkagH-9q5-TSFXN2wgRjLWXK618k4mL/s370/brodsky+01.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="370" data-original-width="260" height="330" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhAp5EQTIuoEwEv7fRtta0_ZcjDlXvv_WS3FoYXdEWsFGueWi-MLzGh-AVnZqKsRzmxwgFeRG3Ifez4aqCImpko-qRDF3AvNN6HoLKb79a26NrKqVkagH-9q5-TSFXN2wgRjLWXK618k4mL/w232-h330/brodsky+01.jpg" width="232" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span lang="es-ES"> </span></span><span style="font-family: georgia;"><span lang="es-ES">Si
existe un poeta que atraviesa las estéticas del siglo XX, que une la
cultura del Este con la del Oeste, que aprende por igual de
Mandelstam y Auden, de Tsvetáyeva y Montale, de Tranströmer y
</span>Miłosz<span lang="es-ES">,
ese poeta debe ser Joseph Brodsky. En su voz se funda esa tradición
universal de la poesía contemporánea que recorre los paisajes y las
culturas, que es a la vez de un lugar y de todos. Su virtuosismo
poético es el fruto de un talento escogido, de una inagotable </span><span lang="es-ES">pasión</span><span lang="es-ES">
lectora (pocos como él conocían la poesía de su tiempo), de una
autoexigencia enfermiza y de un fervor permanente hacia el lenguaje.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Brodsky recordaba el día que
abandonó la escuela en la antigua URSS, sin terminar aún la
educación secundaria, como su primer día de libertad. En el exilio,
muchos años después, ejercería como profesor y poeta, pero en su
país natal, en aquel imperio grisáceo y estabulado, Brodsky tuvo
otros oficios: fue obrero en una fábrica de armamento, auxiliar de
farero, asistente en un laboratorio de cristalografía, fogonero,
marinero, fresador, segundo de un geólogo, ayudante de forense. Fue
acusado de parasitismo social, de corromper a la juventud con sus
poemas, de ser todo aquello que el sistema no podía respetar. Fue
detenido, condenado y acabó en un hospital psiquiátrico y en un
gulag. Ajmátova, su gran protectora, defendió su causa. Al final
acabó exiliándose en Inglaterra y luego en Estados Unidos. Esa
peripecia vital, sin embargo, no explica la estatura de su poesía. </span>
</p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> La primera vez que leí a
Brodsky comprendí que estaba alcanzando una costa nueva, que ese
ámbito donde se fundían el escepticismo y la oración, donde
habitaban la ironía y el pensamiento, donde las imágenes se
multiplicaban sin detener nunca el discurso, era a la vez algo muy
antiguo y muy moderno. Lev Losev sintió algo similar la primera vez
que escuchó a Brodsky recitar: “Era como si nos hubiera abierto
una puerta a un espacio que no conocíamos y del que no habíamos
oído hablar. No sabíamos que la poesía rusa, que la lengua rusa
podía conquistar esos espacios”.</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> En los grandes poemas de Brodsky
una premisa leve, en apariencia menor, genera una voz que lentamente
y en <i>crescendo</i> termina por acercase al salmo, a la plegaria,
empujada por la magnitud de la tesis original y por una fabulosa y
acelerada secuencia de imágenes. Partimos de una tarde mexicana, del
busto de Tiberio, de una terraza en Roma, de un recuerdo de infancia
o del homenaje a un amigo, pero el poema se abre en el tiempo y en el
espacio, se llena de ámbitos, sobrevuela la ciudad y el país, va de
una época a otra, recorre una teoría, niega una certeza, se desliza
hacia la intimidad, y es la voz de todos y de nadie. Quien acepta esa
voz encuentra en ella la de un hermano en el sufrimiento, alguien que
no viene para engañarte, que nunca te dirá lo que deseas escuchar,
que te mostrará la belleza y el horror con la distancia de un viejo
explorador.</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Para explicar esa fascinación
debo inclinar por aquí algunas de las imágenes e intuiciones que
Brodsky nos ofrece y que aún me persiguen. Lo hago mientras celebro y recorro una antología, <i>El explorador polar</i>, con minuciosas traducciones de Ernesto Hernández Busto y Ezequiel Zaidenwerg.</span></p><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;"></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-t5cWCntoKFLVkPeMzhMlp1lJCx8qJsP91AMcR_VI4jOf_UKg4Ea19lpn8gR63BFCePogGouAqCkPnwjHQuz0ljoUHgFrL4JqUCibXxbDu4Ba79cyYutSv1BpXUg7nDtvUuxBcy8GBgDN/s768/joseph-brodsky.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="768" data-original-width="521" height="301" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj-t5cWCntoKFLVkPeMzhMlp1lJCx8qJsP91AMcR_VI4jOf_UKg4Ea19lpn8gR63BFCePogGouAqCkPnwjHQuz0ljoUHgFrL4JqUCibXxbDu4Ba79cyYutSv1BpXUg7nDtvUuxBcy8GBgDN/w204-h301/joseph-brodsky.webp" width="204" /></a></div><p></p>
<p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"> <span style="font-family: georgia;">En muchos de sus poemas los
elementos de la naturaleza se personifican y actúan: el sol ladra en
los aleros; la lluvia te habla en su idioma líquido, te convence
para que huyas; el amanecer está cansado de su oficio y espera, como
nosotros, un final; el mar se arruga y eriza como los rostros que
envejecen, pero a él no se le concede, no tan pronto, la dignidad de
una tumba.</span></span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> En la “Elegía mayor a John
Donne” todo duerme bajo la nieve. Duerme Londres, los pájaros, las
colinas y el idioma duermen. Hemos aprendido, le dice al poeta ya
muerto, a compartir la vida, ¿pero quién compartirá con nosotros
la muerte? </span>
</p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 170%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Sus poemas son a veces largas
oraciones, golosas en la subordinada, adeptas al inciso, al peso que
otorga una aclaración, a la mezcla de lo coloquial y lo aforístico,
seguras en el uso del término antipoético, que a veces es el único
que nos permite entrar hoy en la poesía.</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> En México, en un mestizo
infierno, reconoce los signos del mal, el mensaje de las balas: allí
todos los cráneos tienen siempre tres ojos.</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> Uno de sus lemas más queridos
es la inversión de un lugar común: la vida es larga, nos dice,
agota, mutila, y como la naturaleza misma se diría exhausta. El
tiempo nos estraga, pero aún queremos un día más, una prórroga
absurda, una nueva tarde: otra eternidad que desperdiciar. </span>
</p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> En uno de sus grandes poemas,
“El busto de Tiberio”, nos muestra cómo la naturaleza se empeña
en crear monstruos a su imagen. Luego, sin detener su reflexión, va
identificándose con el culpable, con el tirano, porque todos somos,
de alguna forma, aprendices de monstruo.</span></p><span style="font-family: georgia;">
</span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 180%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"> La verdad es que la verdad no
existe, nos asegura, y que debemos soportar esa niebla perpetua, esa
densa perplejidad, porque caminamos sin rumbo desde hace milenios, y
aunque no todo da igual, aunque puedes escoger tu miserere y tu soga,
tu ética y tu trinchera, solo nos quedará esta antigua solidaridad
en el dolor, este silencio compartido.</span></p>
<p> </p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-80587429307376365342020-12-30T15:43:00.004+00:002020-12-30T15:43:59.503+00:00L’occhiale indiscreto, de Ennio Flaiano<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfSbLOyVafuPDSb6ocUTfQRuNh5vf2o4CjKI6mQo4NdOVjILOiKqstKh_c9Ma-SqsYcqWQJU3cuaPKJNw6RvpsFJMYV2MOw1kVjCVSfpNNvUQ4XgS69PTzMhW8a67UYnTX_U3Dz4iw0CZB/s1690/ennio+flaiano+01.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1690" data-original-width="1000" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgfSbLOyVafuPDSb6ocUTfQRuNh5vf2o4CjKI6mQo4NdOVjILOiKqstKh_c9Ma-SqsYcqWQJU3cuaPKJNw6RvpsFJMYV2MOw1kVjCVSfpNNvUQ4XgS69PTzMhW8a67UYnTX_U3Dz4iw0CZB/s320/ennio+flaiano+01.jpg" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"> <span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">Ennio Flaiano comenzó siendo un
dudoso crítico de teatro, un humorista tímido y un retratista
pirandelliano en los años treinta, pero pronto devino en uno de los
mayores escritores satíricos de su país, autor de libros como <i>Un
marciano en Roma</i>, <i>El diario de los errores</i> o <i>Diario
nocturno.</i><span style="font-style: normal;"> </span><span style="font-style: normal;">S</span><span style="font-style: normal;">u
</span><span style="font-style: normal;">escritura</span><span style="font-style: normal;">,
</span><span style="font-style: normal;">propensa a la sentencia
letal,</span><span style="font-style: normal;"> </span><span style="font-style: normal;">es
una</span><span style="font-style: normal;"> fotografía </span><span style="font-style: normal;">exacta
de aquello que preferimos ocultar</span>. La risa que provoca no
evita el pobre diagnóstico que nos concede, porque Flaiano supo como
pocos detectar los síntomas cotidianos de nuestra delirante
psicología.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> La primera vez que leí a
Flaiano no estaba leyendo, solo veía <i>Fuga en Francia</i>, la
película de Mario Soldati con guion suyo, <i>La dolce vita</i>, <i>La
</i><i>strada </i><span style="font-style: normal;">u</span><i> Otto e
mezzo </i><span style="font-style: normal;">de Fellini</span><i>,</i>
descubría <i>El verdugo</i> de Berlanga<i>. </i><span style="font-style: normal;">El
segundo encuentro con Flaiano fue la lectura desordena</span><span style="font-style: normal;">da</span><span style="font-style: normal;">
y gustosa de sus aforismos. Desde ese día no he podido </span><span style="font-style: normal;">abandonarlo</span><span style="font-style: normal;">,
y cada cierto tiempo recaigo en mi flaianismo, una patología común
entre los lectores </span><span style="font-style: normal;">adictos a
la prosa corrosiva.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span style="font-style: normal;"> </span><span style="font-style: normal;">En
l</span><span style="font-style: normal;">os artículos seleccionados</span><span style="font-style: normal;">
</span><span style="font-style: normal;">en</span><span style="font-style: normal;">
</span><i>L’occhiale indiscreto</i><span style="font-style: normal;">,
el libro que impulsa estas líneas, n</span><span style="font-style: normal;">o
ha</span><span style="font-style: normal;">y formas del</span><span style="font-style: normal;">
rencor </span><span style="font-style: normal;">o de la crueldad,
tampoco del eufemismo o del maquillaje, porque Flaiano sabe </span><span style="font-style: normal;">vadear</span><span style="font-style: normal;">
las primeras, que s</span><span style="font-style: normal;">on</span><span style="font-style: normal;">
caídas propias del escritor satírico, y siempre </span><span style="font-style: normal;">huye
de</span><span style="font-style: normal;"> las segundas. </span><span style="font-style: normal;">Entre
esos márgenes crece el retrato de </span><span style="font-style: normal;">su
propia</span><span style="font-style: normal;"> cultura observada como
quien asiste </span><span style="font-style: normal;">a</span><span style="font-style: normal;">
un</span><span style="font-style: normal;"> circo</span><span style="font-style: normal;">
</span><span style="font-style: normal;">de reptiles</span><span style="font-style: normal;">,
</span><span style="font-style: normal;">a</span><span style="font-style: normal;">
</span><span style="font-style: normal;">un espectáculo vanidoso,</span><span style="font-style: normal;">
invertebrado y enfático</span><span style="font-style: normal;">.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Comprende Flaiano que la
política era un asunto que los italianos despreciaban, y su
desprecio fue tan absoluto que la dejaron en manos de los fascistas.
Fue necesaria una guerra mundial para arrancársela. </span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Sostiene Flaiano que cuando
encontramos a alguien que nos quita la razón, cuando vemos al
enemigo, lo único que somos capaces de ver es a un idiota. No
creemos en la discusión, ni muchos menos en el diálogo, y de esta
forma es imposible ver al adversario, intuir la dignidad del rival.
No existe el enemigo, porque en nuestro cerebro solo hay idiotas que
nos llevan la contraria. </span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES"> </span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">
</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">La
</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">noche
que llegó la noticia de la detención de Mussolini, el país estaba
</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">en</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">
medio </span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">de
dos guerras, la mundial y la civil,</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">
</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">destruido
y esquelético como un perro que rebusca algo que comer en la basura,
</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">confundido
como una rata que debe elegir entre la trampa y </span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">el
veneno</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">.
No importó nada:</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">
</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">un
rumor de voces corr</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">ió</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">
por</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">
las calles de Roma </span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">y
pronto</span></span><span style="font-size: small;"><span lang="es-ES">
la gente se reunía frente a los cafés a reír y festejar.</span></span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5UyJ53uDeACfG_qmikk7hw6GEVDpjGQ1tqJVCRU8HYHGVbv5BPRoI1yErLe1juwvRSPkHo8GbaBAI6Yrj74NvOL_YIWQa0ZtXi3ayhnhdJtrIA9D9YhhQKT583gj_FOqBFan10glW9pbN/s1536/un-marziano-a-roma-e-altre-farse.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1536" data-original-width="1011" height="331" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh5UyJ53uDeACfG_qmikk7hw6GEVDpjGQ1tqJVCRU8HYHGVbv5BPRoI1yErLe1juwvRSPkHo8GbaBAI6Yrj74NvOL_YIWQa0ZtXi3ayhnhdJtrIA9D9YhhQKT583gj_FOqBFan10glW9pbN/w218-h331/un-marziano-a-roma-e-altre-farse.jpg" width="218" /></a></div><span style="font-size: small;"><br /></span>
<p></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> </span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Terminada la guerra, en la
oscuridad de una sala de cine, el público ve una imagen de Mussolini
y ríe. Ríe de sí mismo y ríe bien, asegura Flaiano. Es una risa
un tanto desesperada y amarga, pero es también una risa saludable,
catártica, porque ayuda a superar tu íntima culpa.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> En otro artículo nos cuenta
cómo en un mísero pueblito italiano crece la malaria entre los
escombros de la posguerra. No hay nada, excepto la enfermedad y el
hambre. El nuevo Gobierno ha decidido, como medida urgente, crear
nuevas plazas de carabinieri en ese pueblo. ¿No deberían enviar
antes las medicinas?, pregunta Flaiano sin esperanza. Quizá cuando
llegue la policía no quede nadie a quien detener. </span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> La burocracia policial es
infinita en Italia. Al final la víctima se rinde y busca otros
caminos para recuperar lo perdido. Así nos encontramos con una
escena en la que el ladrón, vestido con la chaqueta robada, se toma
un café con su víctima, el propietario de la chaqueta. El ladrón
se ablanda y se la devuelve, pero le exige un reembolso: el dinero
que le ha costado adaptarla a su talla.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Flaiano examina también a los
médicos, que nunca se acusan entre sí. Eso jamás. ¿Negligencia
médica? No se equivoque, si alguien tiene la culpa debe ser el
muerto. </span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> En los años setenta relata la
surrealista llegada al aeropuerto de Fiumicino de un hipotético
turista americano. Una huelga de operarios obliga a los pasajeros a
utilizar la evacuación de emergencia del avión, que consiste en
deslizarse desde la cabina por un tobogán, maleta en mano. A los
niños les divierte, a los ancianos no tanto. En el aeropuerto la
suciedad no escasea, la luz sí. Los baños no funcionan. Las
oficinas de cambio de divisas están cerradas. En el hotel no hay
aire acondicionado, pero con las ventanas abiertas se disfruta de un
ruidoso cónclave de motoristas.</span></span></p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 150%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;"> Si
algo le agradezco a Flaiano es que no necesita hablar de sí mismo,
que el yo es siempre un nosotros y un cualquiera. La autobiografía
no existe aquí, o solo existe disimulada en la cruda radiografía de
un país. </span></span>
</p><span style="font-family: georgia;"><span style="font-size: small;">
</span></span><p> <br /></p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-82137593857609879172020-10-16T13:53:00.006+01:002020-10-16T13:59:18.422+01:00El filo de Rosario Castellanos<p> </p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-5CQ9iPJeOfZU-ztChqCypKQzpqJdep-1nAgGFHqiSKZIhJgGFFmagnNeFcfBXT7mJSBoQfTYjq2rNnkh3bclMx4JjZmFRUGeTT3gFpHKKU_67hEEsivcbpWNUUTphdl6pd5pNSs_q-P1/s1200/rosario-castellanos.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="750" data-original-width="1200" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg-5CQ9iPJeOfZU-ztChqCypKQzpqJdep-1nAgGFHqiSKZIhJgGFFmagnNeFcfBXT7mJSBoQfTYjq2rNnkh3bclMx4JjZmFRUGeTT3gFpHKKU_67hEEsivcbpWNUUTphdl6pd5pNSs_q-P1/s320/rosario-castellanos.jpg" width="320" /></a></div><br /><p></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"> A
veces se llega a la poesía con un curvado esteticismo, otras con el
propósito de investigar en las corrientes subterráneas del
lenguaje, también para desdoblarse y no ser, para multiplicarse,
acaso para abrir una vía de agua en el barco acorazado de la verdad,
pero Rosario Castellanos llegó a la poesía para retratarnos sin
compasión, y mientras cerraba ese extenso dibujo de sí misma y de
sus semejantes, libro tras libro, elevó un pequeño tratado, a la
vez analítico y sentimental, de la condición humana, una suma
desesperada, impiadosa y certera de lo que somos. </span></span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;">Su
ironía es inseparable de su tendencia a la autobiografía, porque no
hay nadie tan ridículo como esa persona que nos mira desde el espejo
cada mañana, ese pelele soñoliento e hinchado del que lo sabemos
todo y con el que estamos condenados a compartir cada segundo de
nuestra vida. La ironía de la poeta mexicana favorece su
pensamiento, afila sus versos, abre el cuerpo magullado de nuestra
época y disecciona las costumbres, que ella nunca describe con la
distancia de una antropóloga, sino como quien ha llegado a la escena
del crimen a la misma hora que el criminal. Castellanos nos
cuestiona, pero no se excluye del circo cotidiano de cuyo espectáculo
no podemos escapar. Crecimos y nos educamos junto a los payasos y los
domadores, entre la jaula de las fieras y el acróbata. Suya es la
conciencia de ese encierro, de esa condena. </span></span></p><p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"></span></p><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJqOw0nEskMcq1R0tSgaN_ETOfziWYw1EZR6_TZOMnsRf6J9FVW_l4WnrpkFD_0GXY_wJ0qGncG_UQuz7DfBYkBxJ9q5OBS22IAImZCL_YJgDCjgKH-gDGMZ8HCxUp2AhgkAbaArb1T7To/s2008/castellanos+01.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="2008" data-original-width="1417" height="299" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhJqOw0nEskMcq1R0tSgaN_ETOfziWYw1EZR6_TZOMnsRf6J9FVW_l4WnrpkFD_0GXY_wJ0qGncG_UQuz7DfBYkBxJ9q5OBS22IAImZCL_YJgDCjgKH-gDGMZ8HCxUp2AhgkAbaArb1T7To/w212-h299/castellanos+01.jpg" width="212" /></a></span></div><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"></span></span><p></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"> Entro
ahora en sus poemas y me reconozco en ellos. Su espejo es nítido e
irrevocable. En esas páginas me espera la paloma sin alas a la que
nadie supo dar un simple nudo para la horca; la amante que fue piedra
ante la indiferencia del amado; el engaño que implica creer en lo
que digo cuando me engaño, porque la memoria es un impostor y el
tiempo su cómplice; me espera el poeta, ese paria en cuyas manos
dejan algunas monedas los que pasan, más por piedad que por
admiración, y la poesía misma, ebria e indigente, inaudible en
mitad del estruendo; me espera también el día que sigue a la
masacre, cuando la noticia principal en los periódicos es la
angustia del mal tiempo bajo el sol de los convenientes intermedios
publicitarios. </span></span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"> Defiende Rosario Castellanos que escribimos porque alguna vez
nos dijeron que no existíamos, que nuestro ser no pesaba sobre el
suelo, que no había sombra a nuestro lado, que éramos lo que sobra
o falta, ese bípedo del que nadie espera que abra la boca, aquel que
estaba destinado a callar y a disolverse en la tierra como el agua
tras la lluvia.</span></span></p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"><span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;"> Me
enseñaron a ser buena, escribe en el poema
“Lecciones de cosas”, pero las lecciones estaban equivocadas o
los profesores mentían. La otra mejilla está dolorida. La
generosidad exhausta. La santificación ha sido aplazada. El premio a
tanto esfuerzo nunca llegó. Después de haber sido apaleados por el
mundo, después de ser desintegrados y recompuestos, nos hemos
convertido, como única medida de defensa, en una pieza del engranaje, seres que procuran no sentir, que avanzan y no
miran a los lados, que responden a la queja con nuevas quejas
inútiles, que chillan sin porqué en mitad del griterío, que omiten
la humildad y siguen su camino hacia la noche. </span></span>
</p>
<p align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;"> <span style="font-family: Times New Roman, serif;"><span style="font-size: small;">En uno de sus poemas póstumos ensaya el monólogo
dramático: allí da voz a una mujer que prefiere pasar de un cuerpo
a otro antes que deshacerse en silencio en una casa, llenar su
memoria de cicatrices antes que ser un arcón vacío. En otro poema,
“Advertencia al que llega”, el suicidio no es una demencia o una
cobardía, sino la primera salida, la más natural y leve, la
búsqueda de un sueño dulce y profundo, como debe dormir quien es feliz. </span></span>
</p>
<p> </p>Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-8813778273816883580.post-10123030871053060562020-04-28T14:57:00.000+01:002020-04-28T14:57:49.372+01:00Cuaderno de preso, 3<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1DFoyx5rp9AVdoLi58iRl-gpsfkMRMSLcsmDHlD99Ak4NDQjmNm92_yiEQ8u0SbwdXHew5Js5tQyoeBsN5XH_74w5zp3ZNcfojyIYvQaNuAZJHsaS4D-CwS6dbnlxq66idTN50aM8JuYv/s1600/gripe+espa%25C3%25B1ola+01.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="256" data-original-width="197" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEh1DFoyx5rp9AVdoLi58iRl-gpsfkMRMSLcsmDHlD99Ak4NDQjmNm92_yiEQ8u0SbwdXHew5Js5tQyoeBsN5XH_74w5zp3ZNcfojyIYvQaNuAZJHsaS4D-CwS6dbnlxq66idTN50aM8JuYv/s320/gripe+espa%25C3%25B1ola+01.jpg" width="245" /></a></div>
<br />
<br />
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">Diecisiete
pasos. Solo eso. Diecisiete pasos cortos puedo dar por mi casa sin
tener que darme la vuelta. Es un gran viaje en verdad, una dilatada
expedición. Solo es necesario hacerse pequeño, volverse un ser
diminuto y un poco insecto. Lo estoy consiguiendo sin esfuerzo.
Cualquier bombilla es ahora un mediodía.</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="center" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">*</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span lang="es-ES"> P</span><span lang="es-ES">ara
sobrevivir al confinamiento hay que engañarse con alegría, sin
pudor, a bocajarro. Engañarse hasta el final y sin temor. Para
sobrevivir a esto hay que negar la realidad, evitar la información y
lanzarse de cabeza a la piscina de los ensueños y los espejismos. En
el desayuno hay que sentirse otro, olvidarse de uno mismo,
abandonarse a la ficción. En el almuerzo no hay solo que sentirse
otro, hay que serlo. Lo importante es que cuando llegue la cena nadie
sepa quién eres. </span></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="center" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">*</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"> La
debilidad de una sociedad es como el cuerpo moribundo que atrae a los
carroñeros. Es lo que hoy sucede con países como el nuestro, tan
debilitado. Los peores, me temo, no vienen de fuera, sino que están
aquí, entre nosotros, esperando la caída. </span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="center" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">*</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
No escribo para demostrar nada, sino para reírme de mi
desorientación.</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="center" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="center" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"> * </span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><span lang="es-ES"> </span><span lang="es-ES">A</span>demás
de lavarse las manos hay que lavarse la conciencia. La norma es que
no quede nada ahí dentro. Cualquier antiguo error, cualquier
vergüenza o remordimiento deben ser exterminados. Hay que dejar la
conciencia como recién nacida. </span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="center" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">*</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"> Tipos
que atraviesan una calle, cabizbajos, apresurados y culpables, con
una bolsa en la mano. Cualquier pusilánime tiene estos días el
aspecto de un criminal.</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="center" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">*</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"><br /></span></span>
</div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="justify" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;"> Después
de seis semanas de confinamiento los mundos interiores se están
llenando de desconocidos.</span></span></div>
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span>
<div align="center" lang="es-ES" style="line-height: 200%; margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-size: small;"><span style="font-family: "georgia" , "times new roman" , serif;">
</span></span></div>
<br />
<br />
<br />Bruno Mesahttp://www.blogger.com/profile/11429954812618977165noreply@blogger.com1