Somos árboles plantados por un dios que necesita descansar de sí mismo, somos todas las preguntas de Vikram Babu, somos la pantera y la pulga y el búfalo, y nuestro es el cuerpo desnudo que resplandece y que nadie puede apagar.
Todo eso puedes ser leyendo Mendigo de Jesús Aguado.
Hay muchos poetas dentro de ese poeta llamado Jesús Aguado: el poeta irónico, acaso menor, entretenido en clasificar amores, el poeta reflexivo y metafórico, el poeta erótico, el angustiado reseñador de pesadillas o el poeta celebratorio, que es capaz de encontrar en cada objeto y animal una excusa suficiente, un símbolo del mundo.
No siempre acierta Aguado, no siempre está de cuerpo entero en el poema, pero es fácil perdonar esas ausencias cuando se nos ofrece tanto.
Este libro esconde un poema en forma de cebo arrojado al cielo de una boca, “que es el único cielo que conozco”, aquí los monos crean hilos entre un árbol y un templo, entre un hombre y su reflejo, aquí los perros nos enseñan a matar a la muerte y los niños nos observan sin condena y sin perdón. En este libro puedes aprender la sabiduría del cascabel, que ignora las castas y los oficios, que suena igual para todos, puedes sostener la mirada del tigre y escuchar la voz de Basavanna, y puedes ver al poeta que quisiera dormirse en las manos del tiempo, disolverse en las cosas, ser tierra o ardilla, ser piedra o bambú, para regresar al principio, para ser nadie al fin.
Todo eso puedes ser leyendo Mendigo de Jesús Aguado.
Hay muchos poetas dentro de ese poeta llamado Jesús Aguado: el poeta irónico, acaso menor, entretenido en clasificar amores, el poeta reflexivo y metafórico, el poeta erótico, el angustiado reseñador de pesadillas o el poeta celebratorio, que es capaz de encontrar en cada objeto y animal una excusa suficiente, un símbolo del mundo.
No siempre acierta Aguado, no siempre está de cuerpo entero en el poema, pero es fácil perdonar esas ausencias cuando se nos ofrece tanto.
Este libro esconde un poema en forma de cebo arrojado al cielo de una boca, “que es el único cielo que conozco”, aquí los monos crean hilos entre un árbol y un templo, entre un hombre y su reflejo, aquí los perros nos enseñan a matar a la muerte y los niños nos observan sin condena y sin perdón. En este libro puedes aprender la sabiduría del cascabel, que ignora las castas y los oficios, que suena igual para todos, puedes sostener la mirada del tigre y escuchar la voz de Basavanna, y puedes ver al poeta que quisiera dormirse en las manos del tiempo, disolverse en las cosas, ser tierra o ardilla, ser piedra o bambú, para regresar al principio, para ser nadie al fin.
Pues habrá que leer a ese poeta erótico que usted menciona, le veo yo (a usted)un poco filósofo y eso me gusta que a los antiguos parece que se les haya pasado la época, y fíjese, yo les veo más actuales que nunca entre tanto artificio. Ya le recomendaré a mi sobrina sus lecturas que la pobre anda un poco despistadilla con eso de los fractales, yo le digo, anda sobrina, enderézate que así vamos mal pero ella erre que erre libro tras libro, y así le va a la pobre.
ResponderEliminarUn apretón y hasta otra.
Sigo teniendo demasiados libros que leer. En cualquier caso, una crítica tuya vale más que mil recomendaciones de la prensa seria de este país. Así que doy por hecho que es un buen título, y si algún día ando perdido en la librería, intentaré acordarme.
ResponderEliminarUn abrazo...
D.
Te voy leyendo a sorbitos.De notable no bajas y muchas veces sobresaliente.No te confìes.
ResponderEliminar