Una soledad plural

 


Doble de cuerpo” es un cuento que asume la complejidad de una metáfora. Pertenece al libro Avidez, de Lina Meruane. Tenemos a dos hermanas siamesas, diferentes e inseparables, condenadas a ser enemigas y a ser lo mismo. El cuento se cifra en un juego que es la vez verbal y filosófico, psicológico y social: la narradora es una y la otra, y cualquier forma de decir es también una forma de decir yo. Desear la muerte del otro es también desear mi muerte. Odiarla es odiarse. Aquello que desprecio es lo que soy. La otra no es una extraña, aunque lo parezca, y si deseo su final es porque estoy deseando acabar conmigo. El otro es un olvido, es decir, un autodesprecio. El otro solo existe cuando no queremos aceptar en nosotros la maldad o el error, cuando necesitamos un chivo expiatorio. Nuestras culpas pesan menos si las depositamos en la espalda de ese fantasma al que llamamos otro. Pero lo cierto, como se intuye en el cuento de Lina Meruane, es que ese otro no existe. Somos todos o somos ninguno. El odio que nos crece por los huesos es una forma de la culpa, porque el otro también soy yo. Por eso quien odia solo se está odiando a sí mismo.

Somos nadie y somos cualquiera: ese ser que soy, ser que se multiplica en muchos seres, que tiene todos los nombres, nos observa desde el espejo y nos reconoce. Puedes despreciarlo, quizá con razón, pero eso no impedirá que cuanto desprecias sea algo que también eres. Hay una soledad plural en este cuento que nunca acaba.


Fotografía: Alen MacWeeney


No hay comentarios:

Publicar un comentario