La hierba entre las baldosas



“Solo esto podemos hoy decirte: / lo que no somos, lo que no queremos”, escribió Montale, y ese lema parecen repetirlo los que han decidido quejarse a la intemperie en España, sin otra protección que unos tenderetes, unos cartones y unas pocas palabras. 

Ha crecido la hierba entre las baldosas del patio trasero, y nadie la esperaba. Debería seguir creciendo silenciosa, abriéndose paso por la casa, quebrando el suelo del dormitorio, hasta entrar en nuestro sueño y despertarnos.


Ombrelli



El vendedor ambulante de paraguas es en Roma un oficio consolidado. Decenas de vendedores toman las esquinas y plazas al contacto con el agua. Parece que nacieran de los sampietrinis, tan rápido es su despliegue.

El suyo es el oficio de la espera y la atención. En las nubes van poniendo sus ensueños y futuros, que deben ir llenos de tormentas, aguaceros y temporales. Los imagino vigilando cielos, acechando chubascos, desvelándose con un murmullo de gárgolas.

Hoy el cielo jugó con ellos: todo el día amenazó lluvia, pero sólo dejó calderillas de llovizna, goteos de una nube esquelética. 

Ellos habían salido a la calle a la primera gota, pero luego, sin lluvia a la que acogerse, no sabían si seguir esperando ocultos o insistir en la venta. Por primera vez les vi dudar, colgando dos manojos de paraguas de cada mano, preguntándose en silencio por qué tampoco la lluvia cree en ellos.