Oración




No revuelvas, niño, dicen, no te inquietes. Déjalo pasar, que corra. Vete a tu aire, que así cogerás tu viento, el solo tuyo, el solo.

Dale velocidad a la memoria, dale tiempo de navaja, golpe y quiebro. Eso quieren. Pero al final, digas lo que digas, no serás más que el hijo, no serás.

Fuiste la que salías de la fiesta al amanecer con tu bolsa a la espalda, de vuelta a casa, tú, la vieja hetera, con el aulós aún en los labios, tocando para ti sola, tocando. La misma que regresa a casa hoy, dos milenios más tarde, aún erguida y sola.

Fuiste esa noche polaca en que Herbert habló con su padre muerto, agradecido por el buen traje y por las flores, y dijiste también que no esperas, que no.

Fuiste el que piensa que nada es suficiente, tan equivocado como el primer día, siempre huyendo de todos aquellos que alguna vez te dieron la mano, seguro de que no hay otro refugio que la huida, seguro.

La hermana ha dicho que debes curarte, la hermana. Dice que la herida es antigua, que debes buscar tu venda, aliviar el paso. Es imposible, le respondes: no quieres curarte, no. Mientras haya una noche en vilo, una respiración, un nombre, prefieres que duela, que tense la cuerda, que aniquile.

Solo así estarás vivo, solo así.


Imagen: Gustavo Minas

No hay comentarios:

Publicar un comentario