El animal incomprensible




  Contempla el tamaño asombroso de nuestras mentiras íntimas, que no son objetos decorativos, sino la casa misma que habitamos, los pasillos de nuestro pensamiento, la falsa orografía de la memoria, la cama en la que descansan nuestras convicciones de humo. No sabemos hablar sin ficción, porque sin ella nos disolveríamos como un gas en el aire, dispersos en una deflagración de dudas, como bacterias que crecen y se multiplican sin otro destino que una sonriente caída. Somos niños envejecidos que se traman en el insomnio de la madrugada, ridículos esclavos de su propia fábula, encerrados en una celda que nosotros mismos hemos tramado. La ficción acomoda nuestras certezas, nos cose a la existencia, a su médula vacía, nos retiene en esa trampa antigua que un día, hace ya muchos años, inventamos. 
 
Necesitas mentirte para seguir en pie, aunque sea en un frágil equilibrio de animal moribundo, como quien avanza aturdido y quizá ebrio, cada día más incomprensible para sí mismo, más perro, más lagarto, más gusano.




2 comentarios:

  1. Sí, y nosotros somos afortunados de poder acogernos a la ficción como salvavidas. Saludos

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  2. Asombrosas nuestras mentiras, siempre tienes razón. No dejes de escribir, Bruno. Eres fuente de inspiración para los que quieren superarse.
    Un abrazo.

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