Botchan
Natsume Sōseki
Impedimenta
Muchas veces entendemos que la comedia y la retórica van unidas, que son primas hermanas. Ya Julio Camba demostró en sus artículos que el humor podía ser otra cosa, y que su práctica no requería del calambur o del retruécano. Natsume Sōseki escribe esta cáustica novela sin condescender nunca con el patetismo, tampoco con el juego de palabras o los malabarismos de la retórica.
Su estilo es casi telegráfico, incesante, sin descripciones alambicadas y sin sentimentalismos. La aparente frialdad del narrador contrasta con la vehemencia del protagonista, un joven egresado de la Universidad de Tokio, a la vez impulsivo e inocente, que consigue un trabajo como profesor de instituto en una remota provincia japonesa a principios del siglo XX.
Con esa mínima anécdota Sōseki levanta un cáustico retrato de su país, pero sobre todo de la mezquindad del ser humano.
En esta novela nadie se salva de la burla y de la catástrofe: los alumnos resultan ser unos salvajes orgullosos de serlo, los profesores son intrigantes, hipócritas o necios, el periódico local publica mentiras sin pudor, incluso el protagonista y narrador es un personaje contradictorio e injusto, y el resto de ciudadanos que aparecen en sus páginas no salen mejor parados.
Nos reímos con estas páginas, igual que nos reímos con las andanzas de Gulliver y con las sátiras de Monterroso, pero el regusto final es amargo. El ser humano que nos presenta Sōseki parece condenado a la violencia o a la huida para equilibrar tanta estupidez. Nos reímos, pero el objeto de esa carcajada somos nosotros mismos.
Su estilo es casi telegráfico, incesante, sin descripciones alambicadas y sin sentimentalismos. La aparente frialdad del narrador contrasta con la vehemencia del protagonista, un joven egresado de la Universidad de Tokio, a la vez impulsivo e inocente, que consigue un trabajo como profesor de instituto en una remota provincia japonesa a principios del siglo XX.
Con esa mínima anécdota Sōseki levanta un cáustico retrato de su país, pero sobre todo de la mezquindad del ser humano.
En esta novela nadie se salva de la burla y de la catástrofe: los alumnos resultan ser unos salvajes orgullosos de serlo, los profesores son intrigantes, hipócritas o necios, el periódico local publica mentiras sin pudor, incluso el protagonista y narrador es un personaje contradictorio e injusto, y el resto de ciudadanos que aparecen en sus páginas no salen mejor parados.
Nos reímos con estas páginas, igual que nos reímos con las andanzas de Gulliver y con las sátiras de Monterroso, pero el regusto final es amargo. El ser humano que nos presenta Sōseki parece condenado a la violencia o a la huida para equilibrar tanta estupidez. Nos reímos, pero el objeto de esa carcajada somos nosotros mismos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario