La misma cosa




Es un error creer que somos “muchas cosas”, cuando en verdad somos la misma cosa, cambiante pero única. 

Estamos hechos de la misma materia que puede encontrarse en un motor de gasolina, una silla o un ordenador, y la distancia que va de un ser humano a una hormiga o a un vaso de cristal es un parpadeo geológico, el mismo que nos hace desaparecer para convertirnos más tarde en otra realidad no menos necesaria. 

Un comercio incesante nos inventa y disuelve, nos devora mientras se renueva, un ciclo donde concurren esos accidentes que llamamos la vida y la muerte, que son meros espectáculos de una sucesión infinita. 

Se hace extraño entonces hablar del otro, del enemigo o del amigo, del compatriota o del extraño, de posesiones y de fronteras, cuando en verdad somos lo mismo. Nadie nos descubre: solo nos reconocemos.

En unos pocos siglos pasamos de ser quien graba un signo cuneiforme sobre una tablilla de barro a ser el barro mismo, ese barro que se mezcla con gusanos, que mañana será hierba, banco de piedra, acaso una pantalla, la misma pantalla en la que se puede leer el signo cuneiforme que escribimos, quizá nosotros mismos, hace unos pocos siglos.

Quien escribe estas líneas y quien las lee son también lluvia y escombros y tiempo, y quizá no muy tarde volveremos a ser lo que ahora somos, sin conciencia de ese regreso. 


2 comentarios:

  1. Tu entrada me ha recordado a la palabra maya "inlakesh"... viene a significar "yo soy otro tú" y, si no me he informado mal, lo usaban como saludo y despedida entre ellos.

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  2. Gracias por la visita, Adrián.
    Inlakesh

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