Apología de Santa Cruz


Foto: Stephan Grob


Santa Cruz es una ciudad maravillosa. No deje que nadie le diga lo contrario.

Santa Cruz es una ciudad a la que no puedes mirar, porque es ella la que te mira. Te mira con los ojitos puros de las ratas del parking, con los ojos enrojecidos del mendigo, con los ojos desorbitados del quinqui cuando busca tu cartera, con los ojos serios del gorrilla cuando te exige una parte de tu sueldo.

Santa Cruz es una ciudad culta y sólida, hecha con madera de TEA. Una ciudad que vive de espaldas al mar, pero donde hay un tsunami perpetuo que firmó Calatrava.

Santa Cruz es una ciudad perfecta donde habita nuestro animal favorito: el coche. Los coches gobiernan la ciudad, dirigen el tráfico, expulsan al viandante hacia su casa. Los coches son discotecas ambulantes y sus propietarios descamisados son grandes vindicadores del idealismo de Berkeley. Esos conductores saben que el coche no es un coche objetivamente real. Esos conductores saben que existir es percibir, y que lo único cierto en el mundo es la idea que tenemos del coche. Ellos saben que el conocimiento es independiente de la experiencia. Esos conductores saben que lo relevante es la idea del coche, y esa idea vale más que su familia, que su moral, que su novia, y vale mucho más que la idea de los que se cruzan en otros coches imposiblemente reales.

Santa Cruz está llena de suburbios modélicos, obras de arte de la mejor arquitectura moderna. En esos barrios a veces no hay una guardería o un centro de salud, pero en la esquina tienes, veinticuatro horas al día, un camello que te consigue lo que quieras. No hay bibliotecas en los barrios, pero quién necesita un libro cuando hay tabaco, alcohol y una hamburguesería abierta.

Santa Cruz es la única ciudad que no tiene nombre. La gente no va a Santa Cruz: sólo baja. La gente no sale de Santa Cruz: sólo huye.

Yo admiro a esta ciudad, no puedo evitarlo. Admiro sus carnavales, donde se aman el navajero y el borracho, donde la felicidad se mide en decibelios, donde todos aprendemos algo sobre los primeros socorros.

He vivido casi toda mi vida en Santa Cruz. Han sido más de treinta años de felicidad, de vecinos inteligentes y silenciosos, de navegar océanos de asfalto para comprar un pan. He dejado allí mi buzón, que soporta mejor que yo el estruendo, y me he venido a vivir a La Laguna, patrimonio de la humedad.

Por eso pido perdón: por no seguir allí con vosotros, rezándole a los baches históricos y a esos parques sombríos donde funda su cotarro el galafate.

13 comentarios:

  1. ¡Excelente! Se puede decir más alto, pero no más claro. Ay, esos baches históricos, esos barrios sin ley, esos políticos... Pero así no te van a dejar entrar a Santa Cruz cuando bajes.
    "Esos parques sombríos donde funda su cotarro el galafate"...

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  2. Totalmente de acuerdo contigo, Santa Cruz es maravillosa. Pero La laguna, también es fascinante. Tenerife toda lo es. Qué ganas tengo de regresar algun dia...

    Un abrazo

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  3. Triste pero cierto.La ciudad cada día es peor.Se ha convertido en un cementerio para funcionariosaurios.Anestesiada de día y muerta de noche.Se podría rodar una peli de zombies en cualquiera de sus calles...Quizás ese pueda ser un buen futuro..;)

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  4. Qué exageración! A mí Bruno me resulta un crítico valiente con la literatura pero en esto de Santa Cruz se le fue la mano. Creo que su ataque está como llevado por la literatura, más que por la verdad.
    En cualquier caso, enhorabuena por el blog.
    Gabriel

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  5. Me alegra, Gabriel, que pienses que se me fue la mano, que me dejo llevar por la literatura. Dejarse llevar por la literatura, nadie lo ignora, es cosa malvada y repugnante. Mañana mismo me flagelo, y con gusto, leyendo "La venus de las pieles" de Leopold von Sacher-Masoch.
    Con respecto a Santa Cruz, cuando quieras te hago un recorrido turístico por el paraíso.
    Como dice una persona que quiero mucho: "Siempre hablas de lo que ya sabemos. Sólo te gusta meter el dedo en la llaga." Es una crítica exacta. Pero quizá la literatura no sea más que eso: el lugar donde nos recuerdan cosas muy sencillas, pero que sería bueno no olvidar.

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  6. Jajajjaa... Pues yo recortaría el texto de Bruno y lo encuadernaría para colgarlo en el salón como un cuadro. Es exacto. Para nada se le fue la mano. Casi más bien se quedó corto jejeje.

    Antonio Jiménez

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  7. Me alegra que lo veas así, Antonio.

    Gracias a todos por la visita invernal.

    Un abrazo.

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  8. He terminado de leer hace un par de días Ulat y otras ficciones, enhorabuena Bruno, Mole Carlsen sigue protestando dentro de mi recuerdo. Cerca de mi casa, en el mercado de Santa cruz, un par de cruceños acaban de abrir un bar: El perrito gigante. Cierra más tarde que el TEA, y mucho más que la iglesia de la esquina. Los esquineros se lo pasan pipa. Me permití el lujo de nombrarte en este artículo: http://www.laopinion.es/secciones/noticia.jsp?pRef=2008123100_5_190678__Firmas-Estas-calles

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  9. Todavía me sorprende que esa necrológica que es "Mole Carlsen" tenga lectores. Me sorprende y me alegra. Eso demuestra que quizá Carlsen se equivocaba en su ataque a este oficio.

    Gracias por tus palabras José Ramallo, por citarme y por la visita.

    Un abrazo

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  10. Me he reído mucho amigo Bruni; pero de tristeza, creo que tus palabras son bastantes precisas de lo que es Santa Cruz, donde la juventud ha perdido el norte y anda vagabundeando sin saber que hacer, donde los coches ya no son un medio transporte, sino un capricho o un deseo arbitrario.

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  11. Gracias, Ramón, por tus generosos comentarios.

    Un abrazo

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  12. ¿que importa el lugar cuando no sabes donde "estás"?

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