Un dios salvaje no es tanto una película como un líquido corrosivo. El espejo que nos presenta Yasmiza Reza a través de la ventana de Roman Polanski endurece las facciones, multiplica nuestras caras y nos deforma hasta lo grotesco.
He pensado en Swift, en Monterroso, en Bloy. Los tres hubieran firmado este diagnóstico.
El cine como una forma del autodesprecio. La civilización como una representación edulcorada y lujosa de la barbarie. Sosa cáustica lanzada a los ojos de un espectador que a veces sonríe, pero sin convicción. Sabe que se ríe de sí mismo, que ese monstruo soy yo.
Me has despertado la curiosidad por ver esta película y por llegar a Stasiuk.
ResponderEliminarExcelente tu entrada anterior sobre el apocalipsis cultural. Excelente.
"Y lo haremos por placer y por maldad"
Redondo.
Me alegra encontrarte por aquí, Francisco.
ResponderEliminar"De camino a Babadag" quizá sea el mejor libro para acercarse a Stasiuk.
Gracias por tus palabras.
Un abrazo
Sí, quizá la película más interesante de este otoño junto a "Una terapia peligrosa", de David Cronenberg. Creo que es, de lo que acaba de estrenarse, lo más sugestivo para ver. La verdad es que la versatilidad de Polanski para tocar tantos palos, para utilizar una expresión muy flamenca, es difícil de igualar: "Chinatown", "El pianista", "Oliver Twist","La muerte y la doncella", "El baile de los vampiros", "El cuchillo en el agua"...Cuántas diferencias y cuántas virtudes. Un abrazo.
ResponderEliminarCelebro que compartas el interés.
ResponderEliminarGracias por las muchas visitas y comentarios, Iván.
Un abrazo.