Mudanza





Toca el día a mudanza. Se requieren brazos, una espalda no doblegada, dos horas de servicio.

Hay gente que no puede contar sus mudanzas, tanto han vivido. Miran hacia atrás y descubren un baile de direcciones, llaves trastocadas, caseros y habitaciones con vistas a otras casas que también tienen habitaciones con vistas a otras casas, y así. 

Es el caso de la amiga que se muda: su vida es un vaivén de tal calibre que se puede decir que vive en todos sitios y en ninguno.

Nuestra amiga sabe que establecerse no sirve para nada. El que se cree a salvo y bajo un techo definitivo es el que vive en mitad de un espejismo.

El asunto es que entramos en su casa y vemos cómo la casa ha desaparecido, reducida a una isla de cajas de cartón, bolsos hinchados de ropa, estanterías que nos dan la espalda, cables que se rizan por el suelo y cuadros derrotados.

No hay casa, solo un inmueble que se aleja. Esa abstracción que llamamos hogar va siendo cargada en un furgón. Son los órganos aún vivos que esperan para ser trasplantados. 

Los objetos, fuera de su función, se empequeñecen y deprimen. Viajan hacinados o boca abajo, el rostro contra la pared, revueltos con otros objetos incomprensibles, entrechocando por el camino, llamándonos con un tintineo frenético. 

Imagen: William Eggleston


A la hora justa el hogar diseccionado ha llegado al nuevo inmueble.

Cuando se abren las cajas los objetos salen a la luz espantados: se tantean el cuerpo, enumeran los daños, acaso nos perdonan. Poco a poco ocupan su lugar, hacen la casa, se adueñan de un ámbito, y desde allí nos observan de nuevo como iguales. 

Una mudanza es una representación de la existencia: sueños embalados que cargamos hacia ningún sitio, platos que se quiebran por el camino, ceniza que era mejor dejar atrás. 

Perdemos objetos y ganamos los hábitos del nómada.

Yo he optando por no guardar casi nada.

En la última mudanza todo cabrá en una sola caja de madera. 


4 comentarios:

  1. Nos sirven como tácitos esclavos...
    De lo mejor que te he leído. Es un placer.

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  2. Gracias por la visita, Sergio.

    Un abrazo

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  3. Parto de Roma el 17 de Abril, y cómo muy bien has dicho, pierdo objetos y gano síntomas de nomadismo, porque esta vez casi consigo meter todo en una caja, pero con ruedas.

    Laura Jiménez

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  4. AL leerlo pemsé en mi caja de apenas 400 gramos...esa es la única que me llevaría.
    Nunca encontré el objeto que debía ser común en mi vida y en mi escritura. Recuerdo aquella clase en las que todos tenían algo que salvar. Yo sólo tengo una caja de 400 gramos...y no la he tirado aún.
    Gracias Bruno por abrirme las puertas de par en par.
    Un abrazo.

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