Crecimiento natural


Imagen: Slinkachu

Hacerse grande es conveniente para el pequeño: conviene sentir esa obesidad del alma, esa hinchazón que les hace creer que vuelan mientras se hunden. Es una ilusión necesaria, antes de que venga la realidad con su aguja y explote el globo.

Sueña la mosca con ser elefante, una mosca-elefante con un inmenso ojo compuesto, alas traslúcidas como velas, acorazado el segmento abdominal, y unas patas gruesas, esmaltadas, casi metálicas. Un sueño monstruoso el de la mosca, también el del banquero, la ministra o el concejal.

Son sueños infantiles, que no pueden ser pensados porque se desvanecerían. El pensamiento es el oxígeno, la cordura que nos vuelve diminutos, que nos regresa a nuestro tamaño, y para alimentar estos sueños es conveniente la asfixia, la más higiénica irracionalidad.

Van todos creciendo, alimentando su grandeza sobre alzas y tacones, dándose la razón a cada paso. Da gusto verles salir a la calle, tan alta la barbilla al mediodía, orgullosos de una sociedad que si aún no les aplaude no es porque ignoren su tamaño, sino por miedo a ser aplastada. 



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