Distancia de seguridad



Todas las cosas vistas de cerca tienden sin remedio a la fealdad. Digamos una ciudad: Santa Cruz. Ciudad malencarada, administrativa y disforme. Digamos esta cafetería: ocupada por el sonsonete vitriólico de una máquina tragaperras y dos parroquianos mudos, oscuros, acodados sobre la barra mientras observan narcotizados la televisión. En las mesas de aluminio, mil veces aliviadas con un paño casi verde, una luz gelatinosa se abre paso.

Si fueran observadas con la adecuada distancia, la ciudad y la cafetería ganarían mucho. Por ejemplo: observadas a dos mil kilómetros de distancia podrían alcanzar ambas el calificativo de espléndidas. Pero así, de cerca, en intimidad con las cosas, hasta la galleta que muerdo es una cosa insípida en comparación con nuestro ideal de galleta. 

Una prudente distancia ayuda a la observación de espejismos. Quizá nos convenga, para un mejor engaño y una mayor persistencia, una distancia de seguridad, una prudente lejanía. 

Por eso basta con escuchar a alguien que idealiza para saber la distancia a la que se encuentra del objeto idealizado.
 


Imagen: Gianni Berengo Gardin

1 comentario:

  1. La distancia precisa para estar más cerca de lo que amamos u odiamos.

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