Un minuto de retraso sobre lo real, de Abbas Beydoun


Abbas Beydoun, nacido al sur del Líbano en 1945, se me acerca hoy como un poeta occidental en lengua árabe, un heredero de Auden, Brodsky y Tranströmer, o si lo prefieren, como un poeta árabe que no quiere serlo del todo, que ha decidido iniciar el único exilio posible para un escritor: que su voz sea de ninguno para ser de todos.

Beydoun se edu en una biblioteca de libros traducidos, al compás de un idioma que transporta una multitud de culturas ajenas, que arrastra las voces que no piensan como las voces que escucha en la calle, un idioma cargado de intuiciones que discuten las enseñanzas que recibe cada día. Esa educación que ha tomado el desvío hacia los otros es la que ahora le permite escribir una poesía dentada y autocrítica, a la vez desoladora e irónica, fotografía de un tiempo, retrato de las demencias de la historia.

Esta voz nos llega gracias al asombroso trabajo de Luz Gómez García, traductora y prologuista de este libro, Un minuto de retraso sobre lo real (Vaso Roto, 2012), que esconde dentro tres libros de poemas: Una temporada en Berlín, Puertas de Beirut y La muerte nos toma las medidas.

Beydoun inicia el poema desde un lugar conocido y sin mitología: la necesidad de unos zapatos, la queja de un hueso, el hombre que baila con una pierna amputada, un malentendido en una lengua extranjera, una mancha de vino en la camisa, unos minutos de retraso en una cita, un poema que no arranca, la imagen de una maleta o el retrato de un joven en un tren. Justo donde muy pocos ven el poema es donde lo encuentra Beydoun, donde inicia su análisis y su detonación, una avalancha intuitiva que quiere explicar la naturaleza de la realidad, que empuja hacia la superficie lo que estaba hundido, que hace de lo íntimo algo colectivo, que sigue el rastro del pensamiento hasta encontrar la quebradura que nos atañe a todos, la antigua debilidad que nos explica.

El proceso que utiliza el libanés es a la vez cristalino y complejo. Beydoun escribe series de poemas en prosa que giran alrededor de una idea central, de ese motivo mínimo que crece sin descanso, acumula significados, se transforma en símbolo y termina por convertirse en radiografía de una época.

Al final de ese proceso que nos propone Beydoun la maleta se ha convertido en un órgano que huye, en una vértebra que estalla, en el cuerpo que se nos escapa, porque las maletas son como los muertos, los que no pueden viajar, pero que siempre llegan antes que nosotros.

En otro poema el dolor de un hueso no es solo un aviso, es el desfile de la mentira que solo atendemos cuando chilla, es la memoria falsificada, el poema mismo, cada una de nuestras palabras, que al mismo tiempo nos dicen y nos encubren.

En otra página vemos que el retraso en llegar a la cita, apenas unos minutos, ha sido suficiente para que la otra persona se haya vuelto invisible, para que nos hayamos citado con nosotros mismos, para que entre la realidad y el que la observa haya un abismo, para que el día se convierta en una farsa.

La mancha de vino puede ser borrada con facilidad de la camisa de la misma forma que limpiamos nuestro pasado, porque nada nos alegra más que lucir cada mañana la camisa nueva de una conciencia, una vida impoluta, un orgullo de mosca, y que toda la vergüenza se quede embalsamada.

En la pierna amputada del hombre que baila hay una enseñanza que no queremos escuchar, parece decirnos Beydoun: allí está la ceniza que cada mañana barremos sin asombro, allí las banderas que hinchan el orgullo, las mismas que otros utilizan para taparse los ojos y avanzar. 


Hay poetas que nos resultan admirables, otros cuya voz nos acompaña el resto de la vida, y luego hay unos pocos que llegan justo en el instante en que los necesitamos, poetas que entran en nuestra casa y nos muestran lo que somos, lo que no queríamos ver, lo que no estábamos dispuestos a aceptar. Beydoun ha llegado así, con un minuto de retraso sobre lo real, dispuesto a distinguir al que busca del que corre.

No se debe escribir de ningún libro sin señalar al menos una falta, sin mostrar un defecto, una caída. Abbas Beydoun tienes algunas, pero todas forman parte integral de su mirada, todas le pertenecen, es decir, son defectos, pero también son armas.



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