Los actores esperan en el escenario vacío. Todo lo que buscamos debemos inventarlo nosotros: la calle, la puerta, la casa, el ascensor, la cama en la que descansar, también la sed y el hambre, también la cordura.
No debemos habitar el mundo, debemos inventarlo.
Por eso a veces, cuando la realidad se tambalea, descubrimos que el escenario sigue vacío, que todo por lo que habíamos trabajado, todo lo que queríamos proteger, sólo estaba en nuestra mente.
No hay amargura en esa conclusión. En el escenario de la mente crece todo lo que somos, el universo y dentro de él cada detalle. Inventa ese universo para seguir soñando: sus fantasmas son en verdad más reales que la realidad misma.
En todo eso pienso cuando leo los versos finales de un poema titulado “El paso”, del poeta brasileño Lêdo Ivo, incluido en su libro Rumor nocturno (Vaso Roto, 2009), unos versos traducidos por Martín López-Vega que dicen:
Lêdo Ivo es un poeta sin escuela o que pertenece a todas las escuelas. Su versatilidad le permite llegarse a la poesía más abstracta o atravesar la realidad subido en el tren de una secuencia de metáforas. Es tan difícil negarle la habilidad como fácil reconocer las caídas, los poemas que no añaden nada, que son calles sin salida, y cierta oronda retórica que no siempre acierta a dominar.
Todo eso que nos sobra queda compensado por algunos poemas donde el brasileño es capaz de entrever una idea, pero una idea que es a la vez agonía, aceptación y propuesta. Una idea que lo encierra todo y por la que podemos caminar para encontrarnos a nosotros mismos.
Basten estos versos del poema “La cascada” como ejemplo de esa maestría:
No debemos habitar el mundo, debemos inventarlo.
Por eso a veces, cuando la realidad se tambalea, descubrimos que el escenario sigue vacío, que todo por lo que habíamos trabajado, todo lo que queríamos proteger, sólo estaba en nuestra mente.
No hay amargura en esa conclusión. En el escenario de la mente crece todo lo que somos, el universo y dentro de él cada detalle. Inventa ese universo para seguir soñando: sus fantasmas son en verdad más reales que la realidad misma.
En todo eso pienso cuando leo los versos finales de un poema titulado “El paso”, del poeta brasileño Lêdo Ivo, incluido en su libro Rumor nocturno (Vaso Roto, 2009), unos versos traducidos por Martín López-Vega que dicen:
Pero si me prohibieran pasar
por ser yo diferente o rechazado
incluso así pasaré.
Inventaré la puerta y el camino.
Y pasaré solo.
por ser yo diferente o rechazado
incluso así pasaré.
Inventaré la puerta y el camino.
Y pasaré solo.
*
Lêdo Ivo es un poeta sin escuela o que pertenece a todas las escuelas. Su versatilidad le permite llegarse a la poesía más abstracta o atravesar la realidad subido en el tren de una secuencia de metáforas. Es tan difícil negarle la habilidad como fácil reconocer las caídas, los poemas que no añaden nada, que son calles sin salida, y cierta oronda retórica que no siempre acierta a dominar.
Todo eso que nos sobra queda compensado por algunos poemas donde el brasileño es capaz de entrever una idea, pero una idea que es a la vez agonía, aceptación y propuesta. Una idea que lo encierra todo y por la que podemos caminar para encontrarnos a nosotros mismos.
Basten estos versos del poema “La cascada” como ejemplo de esa maestría:
Yo atravieso el puente y soy el río.
La canoa que pasa. Soy los remos.
(Nunca dejé de ser la travesía).
Y el mundo con sus muros se derrama
La canoa que pasa. Soy los remos.
(Nunca dejé de ser la travesía).
Y el mundo con sus muros se derrama
entre las aguas redondas y las sombras.
No hay amargura en esa conclusión ¿de verdad lo crees así, Bruno? parece más bien un gesto de resignación. Un placer pasar por aquí, aunque hace días que lo he leído, 2 al menos, hoy me ha apetecido comentar, mejor no preguntes por qué, pero ya ves que sigo aquí, me pregunto si la próxima obra que abandonaré será la tuya, esto empieza a ser una rutina, justamente es lo que trato de evitar, al menos en fin de semana. Un beso y hasta la próxima entrada.
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