Migajas



Migaja es una palabra perfecta para fondear hoy con boya y muerto. ¿Habrá algo que no sean migajas, diminuto rastro de lo que fue existir y se quedó sobre la mesa?  La calle donde vivo, su silencio de solares que a veces interrumpe el estruendo de los motores, el extenso mosaico de casas que desciende hasta el mar, piel de un camaleón inmóvil, los filamentos de las carreteras cuando anochece, el remoto féretro de lo petroleros, los peces blancos de los aviones que se sumergen tras las nubes, los perros que ladran desde las azoteas a un océano que se incendia cada mediodía, los siglos que removemos como el azúcar en una cafetería de Santa Cruz, disolviéndose rápidos mientras nos sacamos palabras de la boca, solo son migajas que empuja una brisa desmemoriada, solo migajas. 


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