Aunque te burle o engañe por un rato, tú vuelves siempre a entregarme esta inercia que se parece tanto al abandono. Ahora crece otra vez por tu espalda aquel traje metálico, cota de mallas tensada con que te defiendes de ti mismo. Hay demasiados fantasmas a tu alrededor. ¿No los ves?
Al otro lado debe haber alguien que no sea niebla. Si extiendes la mano y tanteas a ciegas, tal vez puedas sentir el aluminio húmedo de una barandilla, el rugoso mapa del asfalto bajo la lluvia, la resistencia del cristal. No aspires a nada más. El aluminio, el asfalto y el cristal son tus iguales.
Pronto vendrá el convencimiento, y arqueado sobre un café, sin otra amistad con el mundo que una lejanía, no quedará en tus manos ni una sola palabra con que entorpecer al silencio.
Imagen: Mehrdad Naraghi
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