Que trata de entrevistas y muertos




A veces se lee uno con terror, no porque esté en desacuerdo con lo dicho, sino por el tono, que a veces le sale a uno demasiado ácido. 

Digo eso a cuento de la entrevista que me hace el ectoplasma de Truman Capote con la ayuda de Toni Montesinos y que puede leerse en su blog.

Me pregunta unas cosas ingenuas, y por ello terribles, el fantasma de Capote. Cosas así:

-¿Prefiere los animales a la gente?

-Prefiero a la gente que hay en ciertos animales.

-Si el Reader’s Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje inolvidable», ¿a quién elegiría?

-Elegiría a cualquier energúmeno disfrazado de buena persona. Alguien como tú o como yo.

¿Tú que hubieras respondido?

Aunque parezca lo contrario, no es el primer muerto que me interroga. Todo lector suele frecuentar a los muertos, conversar con ellos, pedirles cobijo y compañía, por ver si la vida en este manicomio se nos hace más leve y se multiplican las pastillas y podemos morir en paz con nosotros mismos. 

No hay mejor amistad que la de un muerto que desde un libro sabe quitarte la razón, contradecir tus buenas intenciones o diseccionar tu conciencia. Y aunque haya no pocos vivos que merecen una lectura, los muertos siempre serán más. Es la ventaja que tiene estar del otro lado.

Conviene que los muertos nos interroguen sin descanso, que nos recuerden sus errores y debilidades, que también son los nuestros, los que cometimos ayer, los que estamos a punto de volver a cometer. 



Imagen: Fred Herzog

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