Sobre un disparo de Joubert






Me detiene un aforismo de Joubert: “Vemos todo a través de nosotros mismos. Somos un medio siempre interpuesto entre las cosas y nosotros”. La intuición es desoladora, porque esconde una incapacidad general que nos hunde a todos, un cárcel perpetua. Preferimos omitir esa enfermedad, convertirla en esa bisutería llamada personalidad, o aún peor, elevar nuestra torpeza a convicción. 
 

En realidad Joubert nos está disparando a la cabeza, a bocajarro. Nos dice: no ves nada, excepto a ti mismo. Nunca escuchaste a nadie, excepto lo que tu aterrado cerebro permite escuchar. No tocabas: te reconocías. Estás siempre en medio, interrumpiendo lo que sucede, ahogado por ti mismo, como una niebla constante. 
 

Alguna vez, quizá, con suerte o por olvido, tras un gran esfuerzo, como el simio que utiliza por primera vez una herramienta, llegarás a ver al otro, a entender una milésima parte de lo que dice o quiere. El resto, lo desees o no, es una celda de aislamiento, eres tú discutiendo solo, como ese conocido que afirma que él escucha, que sabe estar con los otros, ese conocido tan parecido a un muro de hormigón.





Imagen: Amy Friend

3 comentarios:

  1. eso si ha sido un disparo...

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  2. Sí, la lucidez de Joubert y la cárcel del "yo". No sé si aquello de que la poesía, la experiencia "mística", la vivencia "religiosa", la locura o la ingestión de drogas cuanto más duras mejor (no necesariamente en ese orden) son los únicos medios de acceso al "otro lado" será verdad o una paparruchada, pero de momento no encuentro otro chaleco antibalas con que defenderme del disparo de Joubert. Un abrazo.

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  3. JOUBERT AFORISMOS
    La imaginación es el ojo del alma.
    El que tiene imaginación sin instrucción tiene alas sin pies
    El objeto de toda discusión no debe ser el triunfo, sino el progreso.
    La memoria es el espejo donde vemos a los ausentes
    El error se agita, la verdad descansa.
    La verdadera profundidad viene de las ideas concentradas.
    La más perniciosa de las locuras es la que se parece a la sabiduría.
    Las palabras son como el vidrio; oscurecen todo aquello que no ayudan a ver mejor.
    Algunas palabras dignas de memoria pueden bastar para ilustrar una gran sensibilidad.
    Aquellos que nunca se retractan de sus opiniones se aman a ellos mismos más que a la verdad.
    Hay que entrar en las ideas de los otros si se quiere sacar provecho de las conversaciones y de los libros.
    Los buenos libros filosóficos son los que exponen con claridad lo que es oscuro en el mundo, y para todo el mundo.
    Las mentes abiertas aguardan lo que un autor quiere decirles y lo que ellas deben pensar; nunca se precipitan demasiado.
    Ciertos escritores se crean noches artificiales para dar un aspecto de profundidad a su superficie y más relumbre a sus luces mortecinas
    La elocuencia de corto alcance es naturalmente la del pueblo y la de los niños, y admite expresiones ricas, más ricas incluso que la otra.
    Los antiguos decían que un discurso adornado no tenía costumbres, es decir, que no expresaba el carácter y las inclinaciones de quien hablaba.
    Que las palabras se separen bien del papel: es decir, que se fijen fácilmente en la atención, en la memoria, que sean fáciles de citar y desplazar.
    Entre el espíritu y el alma está la imaginación, que participa del uno y de la otra. Entre el espíritu y la imaginación está el juicio, está el gusto.
    Un libro ordinario no debe contener más que un tema; pero un buen libro debe contener un germen que se vaya desarrollando por sí mismo como una planta.

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