En un velatorio me descubro otra vez nervioso,
como si la muerte fuera algo que no pudiera aceptar. El hombre que se
ha ido era escultor, y lo era sin falta y sin vanidad. Nunca reclamó
un lugar. Nunca se quejó por el olvido. Su silencio crece a mi
alrededor como una enredadera y me habla. Puedes dejar todos tus
viejos sueños en la tierra, dice ese silencio, déjalos junto a los
gusanos, las hormigas y las raíces, déjalos pronto y ve ligero.
Junto al velatorio hay una pequeña casa y un polideportivo. De la casa ha salido una mujer en bata y zapatillas, como recién despertada. Se ha acercado a los familiares y ha preguntado si el muerto era del barrio. No, le han dicho, y entonces, decepcionada, ha seguido su camino, sonámbula y casi viva.
Imagen: Patrick Joust
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