Descubro
a la escritora italiana Goliarda Sapienza, que desde el nombre tiene
algo legendario, a la vez medieval e inalcanzable. En este caso es
también una escritora real. En una entrevista con Enzo Biagi
afirmaba que ella quería entrar en la cárcel, que siempre lo deseó,
que un escritor no debe tener remilgos. Antes había probado con el
manicomio. Un día le robó las joyas a una amiga, las vendió y pagó
con el dinero los retrasos de su alquiler. Solo le faltó presentarse
ella misma en la comisaría y confesar.
Me
gusta imaginarla entrando en la cárcel convencida y sonriente. Años
después, injustamente libre, murió olvidada y sin editor para su
gran novela. Sobre su experiencia en la cárcel escribió
L’università di Rebibbia,
un libro que retrata a los
presos como iguales, que nunca se coloca por encima de la violencia o
de la crueldad, que se siente parte de los desheredados, de
quienes
han acabado allí porque nadie les enseñó a vivir de otra forma.
Los motivos de Sapienza para entrar en la cárcel parecen
equivocados, las páginas que escribió sobre ella no lo son.
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