Pensamientos despeinados



Evita los Pensamientos despeinados de Stanislaw J. Lec, no sea que un día llegues a descubrir un grosero disimulo en tus palabras, esos bostezos a los que llamas principios, esa honradez tuya de mesita de noche. Respira y aléjate. Lec es un tipo peligroso. No te conviene.
Los aforismos de Lec buscan desesperadamente una escalera que nos permita saltar el muro, esa frontera de hormigón que a fuerza de ver todos los días no somos capaces de percibir, que acaso sea invisible porque hace demasiados años que está delante de nosotros como una presencia sólida, vulgar, inevitable. La costumbre lo ha convertido en una parte más de nuestro paisaje: algo que no debemos evitar o destruir, que solo cierra la realidad, que pone un límite, tan confortable a veces. Existe quien quisiera vivir siempre junto a ese muro, cerca de esa retórica que se repite como una cantinela mortecina, acunados por eslóganes huecos y lemas en los que nadie creyó nunca.
Lec quiere fastidiarnos el día y nos invita a mirar lo que hay detrás del muro, lo que temíamos ver, lo inconcebible. Ese muro es múltiple, y Lec nos invita a saltarlos todos: a reconocer que ciertas humillaciones pueden ser nuestro mejor maestro; nos propone  entrever la mezquindad de cada uno, la íntima, esa que nunca reconoces ante los demás; te explica cómo tus supuestas transgresiones solo son juegos de niños, trucos de zangolotinos empeñados en quemar el infierno; defiende un humor que no necesita explicaciones, donde debes entrar y fundar tu casa, porque afuera solo quedan seriedades abúlicas, leyes que flotan como cadáveres, liturgias de bolonio; nos incita a vernos descentrados en la fotografía, porque ser el protagonista de la gran aventura puede significar que también eres el solemne recolector de atrocidades en nombre de un amasijo de mitos y símbolos.
            Leer a Lec no te conviene. Quédate tranquilo. No dejes que nada te dañe. Duerme. Respira. Repite el ciclo. La noche no puede tardar.


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