Una enfermedad peligrosa



La cena de los notables
Constantino Bértolo
Periférica

Como una enfermedad peligrosa trata Constantino Bértolo a la lectura en este libro, y quienes leemos sin descanso sabemos que no se equivoca. Martin Eden, Madame Bovary, o la leyenda egipcia de Naneferkaptah, le sirven para mostrarnos el rostro desolador de esa enfermedad, su hipnotismo y su engaño.

También se embarca Bértolo en un extenso y minucioso análisis de las múltiples formas de entender y afrontar la lectura. Disecciona al lector sectario, el profesional de sus ideas, ese que detecta un libro lejano a su ideología y es incapaz de dialogar con él, de atisbar sus valores. Opera Bértolo también sobre el lector inocente, ese que sólo se preocupa por la peripecia, que no quiere pensar cuando lee, que se niega a toda exigencia y a todo esfuerzo. Tampoco olvida las lecturas sesgadas del enfermo de literatura. Para eso clava su cuchillo en el lugar adecuado: "el sentimiento de la literatura como un privilegiado modo de acceso a una verdad trascendental o especial."

Nos recuerda el autor de este ensayo la responsabilidad pública del crítico literario, su obligación de vigilar su propia lectura, de juzgar su juicio.

Entre otros hallazgos, Bértolo hace una crítica no menor a la novela más conocida de Flaubert. Sostiene que el francés resuelve un hueco argumental "eligiendo ser brillante donde la narración le exigía ser inteligente."

Las páginas más reveladoras del libro son aquellas que hablan de la escritura como una forma de violencia, como un acto de soberbia: "yo hablo y vosotros calláis." Defiende Bértolo: "La escritura es un acto de desigualdad y, por tanto, un acto de violencia, un acto de invasión."

Sostiene el autor que los escritores no tenemos ningún derecho sobre los lectores, ningún prestigio que no debamos ganarnos en cada línea, ninguna autoridad que un lector no pueda rebatir o despreciar. Ninguno de esos pesimismos condesciende con la mentira.
El título del libro procede de una escena de El alcalde de Casterbridge de Thomas Hardy. En esa escena se describe una cena formal donde sólo están invitados los poderosos, pero donde la tradición dicta que debe celebrarse manteniendo las ventanas abiertas, para que los vecinos y curiosos, los no invitados, los campesinos, puedan contemplar y escuchar desde fuera.


Pocos libros como La cena de los notables buscan sin miedo las entrañas del acto de leer y de escribir. Pocos autores se adentran en el campo minado de la responsabilidad del escritor, del crítico y del lector con la frialdad con que se hace en estas páginas.

Para quienes apostamos nuestra vida a la literatura este no es un libro amable: en más de una ocasión nos vemos retratados en sus páginas, y nunca salimos favorecidos en esa imagen.

Libro denso y necesario este de Bértolo, que no quiere engañarse ni engañarnos. Ojalá su crudeza nos sirva para rebajar nuestra fachenda.

2 comentarios:

  1. Buena nota. Habrá que echarle un vistazo.

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  2. Pues te ruego perdones mi torpeza de haber empezado a leerte por donde no debía,pues para llegar al profundo conocimiento de algo o alguien(como es el caso)cabe ir al inicio,al engendro mismo si bien el listón ya los has elevado en tus entradas más recientes.Seguiré las recomendaciones que me llamen la atención por algo en concreto respecto a lecturas mencionadas,por lo demás mi apuesta ya está hecha y a partir de ahora ejerzo lo previo a la ejecución no sin decirte como lectora que añadiría a la cita de Bértolo la escritura como acto de condena,algo ya resaltado por ti y la escritura como acto de redención.Me gusta que un oficio se muestre riguroso,me hace creer más en él.
    Un saludo matinal!

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