Las naranjas y Virgilio



Existe quien piensa que la importancia de escribir es equivalente a la importancia de pelar bien una naranja. Y no me digan que pelar bien una naranja no es una cosa complicada.

El problema llega cuando te empiezan a considerar un maestro pelando naranjas, cuando hay gente que le dedica su tiempo a desentrañar tu técnica al cuchillo, cuando otro maestro pelador te regala unos elogios anaranjados, es ahí cuando estás acabado.

Estás acabado porque nadie te ha dicho, y quizá ya sea tarde para decírtelo, que lo importante era cultivar las mejores naranjas, no ser un virtuoso pelador.

La gracia está en el sabor y en el alimento. Es decir, lo valioso es la poesía, no el mensajero y sus piruetas.

Los barcos del César llegan a Brindisi, y en uno de esos barcos llega Virgilio enfermo y atormentado. Es el principio de La muerte de Virgilio, la novela de Hermann Broch. El personaje de Virgilio se pasa casi toda la novela temiendo no ser un buen cultivador de naranjas, un agricultor honesto, que se acerca al conocimiento, que no se vende al poder. Teme Virgilio que la verdad y la trascendencia no hayan tocado su Eneida. Incluso quiere quemarla.

Al final la naranja de Virgilio se quedó entre nosotros, y todavía no está podrida.

Hermann Broch sabe que la verdadera angustia de un creador está en saber si su obra contiene verdad, trascendencia y honradez. Broch discute en su novela las formas de cultivar naranjas, porque también hay formas indignas, pero ignora a los que sólo se preocupan de las artes retóricas, de la apariencia de la fruta.

Esa es la diferencia esencial entre dos tipos de escritores: el que solo pela y da brillo, y el que cultiva. Con el primero puedes tener un espectáculo, verás una fruta brillante, pero vas a pasar hambre, tan insípida y hueca es su naranja. Con el segundo no verás ningún espectáculo, y quizá su naranja no brille, pero si tienes sed o hambre, si quieres alimento para la vida, vas a tener que buscarlo allí.


6 comentarios:

  1. Pues a mí la realidad me deja con hambre. No quiero hambres acumuladas. Tal vez por eso algunas lecturas nos dejan la sensación de habernos dado tanto y, otras, sólo de habernos quitado tiempo.
    Es una manera de explicarlo simple y redonda, como una naranja de verdad.
    Me ha gustado mucho la entrada.
    Saludos.

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  2. Hola Bruno:
    Al leer tu blog me he acordado del poema que escribí hace algún tiempo y que también tengo en mi blog sobre pelar una naranja que te copio.
    Puede ilustar esta entrada tuya
    Un abrazo
    Jesús

    PELO UNA NARANJA

    Pelo una naranja.

    En mis uñas releo su brillo y su sonrisa,
    cuanto de ella sabe y retrata el espejo.
    Y siento que me engaña.

    Sin abrigo, indefensa, empieza a desvelarse
    su blanco opaco, mudo, con intención de llama
    que aún me oculta su esencia.

    Si muerdo llego al centro y sangra islas, lunas,
    fluye el mundo increado que tal vez me esperaba
    para ser de mis labios.

    Pelo una naranja,
    soy su zumo.

    JESÚS APARICIO GONZÁLEZ

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  3. Pues yo estoy de acuerdo con Olga, es una entrada diáfana.

    (Casualmente las últimas veces que he ido a la librería he estado rondando este libro de Broch: tendré que comprarlo...)

    Saludos.

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  4. Quizá la búsqueda de la honradez, la honestidad y la verdad sea un concepto demasiado elevado y, a estas alturas del caminar del ser humano, demasiado manido. Quizá sólo sea real la no búsqueda, la contemplación del acto de cultivar y pelar hasta los que, a nuestra vista, puedan parecer los peores frutos. El ansia de cultivar, como escritor, el mejor fruto, nos aleja de la honradez de vivir la realidad.

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  5. ¿Y puede consistir la honestidad con uno mismo en ser fiel a lo que se sueña? Porque no creo que lo que uno plasma a través de la palabra, deba surgir siempre de la vivencia personal. Ahora bien, si nos remitimos a lo que soñamos a la hora de hablarle al lector, yo supongo que será tanto mejor estar seguros de que nuestros sueños son tan verdaderos como la realidad de la que lentamente nos separan. Ya decía el maestro Baudelaire que el mejor cuadro es aquel que plasma lo que el artista ve dentro de sí. Y digo yo que no todo va a consistir en realizar el poema o la literatura "hacia fuera", no?


    Un abrazo Bruno.

    D.

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  6. el otro día Rafael Argullol en el foro el nuevo humanismo de Cajacanarias hablaba de la crisis del humanismo y de la crisis en general y concluía un elemento común: el "cortoplacismo". Creo ese "cortoplacismo" también tiene que ver con el hecho de pelar o producir naranjas.

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