El apuntador




Lo entreví mientras corregía una noche: era el apuntador, hijo de siete padres, viviendo agazapado entre las sílabas. Es poco más que una sombra, pero omnipresente y avara. Labra cuando descanso y no salva palabra. Hablador, entrometido y repugnante lo imagino, revolviendo a su gusto entre líneas, devorándome sin prisa. No hay oficio que ignore: enturbiar cada nombre, malvender adjetivos, reírse en la cara del verbo, estrangular el sentido o degollar la cadencia.

Lo sé, puerco: todo lo que incineras nos evita vivir entre despojos.

Ahora miro hacia atrás y sólo veo un desierto. Huesos, insectos, arena y rastrojos de algo que fue libro. Pasó el apuntador, eso fue todo. Nos cobró lo suyo, lo que le debemos desde que nacimos.

Sus leyes, que ignoro, me desdicen y me hunden.

Va quebrándome lento.

Aquí viene.

Los dos sonreímos en mi calavera.


2 comentarios:

  1. Hermoso e interesante: como "el otro Borges" o el "oscuro animal" de Juan Gelman. Abrazos y enhorabuena.

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  2. Te estás volviendo loco, deja de trabajar tanto! ;-)
    Stefano

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