Sostenía Antonio Porchia que sentimos demasiado, pero que comprendemos poco, y lo decía para contradecirse con alegría una vez más, seguro de que sólo en las contradicciones y las paradojas habita nuestra especie.
Saber es menos importante que comprender, y Porchia se pasó la vida luchando por comprender. Hasta que un día descubrió que uno apenas comprende, y luego escribió con un lápiz: “Quien dice la verdad, casi no dice nada.”
Para los enemigos del aforismo el texto debe explicarse a sí mismo, por eso odian o desprecian esas frases de aire rotundo que les obligan a pensar.
Y eso parece suplicarnos Porchia: piensa un poco a mi lado, siente por aquí, adéntrate conmigo para encontrarte a ti. Porque leyendo sus voces uno sólo puede encontrarse a sí mismo, y de todas las imágenes que puede revelarnos una lectura esa es la que más necesitamos.
Para ganarse la vida Porchia no tuvo un oficio, sino todos los oficios. En una entrevista declaró que el amor le había sucedido dos veces, también que era un lector escaso y desordenado. Quienes le conocieron aseguran que era un hombre ingenuo y sutil a la vez.
Hablaba mientras pensaba que no debía hablar.
La verdad es que Porchia era un poeta que no quería ser un poeta. Quizá porque quien es algo no necesita serlo, lo es contra sí mismo y sin porqué.
Saber es menos importante que comprender, y Porchia se pasó la vida luchando por comprender. Hasta que un día descubrió que uno apenas comprende, y luego escribió con un lápiz: “Quien dice la verdad, casi no dice nada.”
Para los enemigos del aforismo el texto debe explicarse a sí mismo, por eso odian o desprecian esas frases de aire rotundo que les obligan a pensar.
Y eso parece suplicarnos Porchia: piensa un poco a mi lado, siente por aquí, adéntrate conmigo para encontrarte a ti. Porque leyendo sus voces uno sólo puede encontrarse a sí mismo, y de todas las imágenes que puede revelarnos una lectura esa es la que más necesitamos.
Para ganarse la vida Porchia no tuvo un oficio, sino todos los oficios. En una entrevista declaró que el amor le había sucedido dos veces, también que era un lector escaso y desordenado. Quienes le conocieron aseguran que era un hombre ingenuo y sutil a la vez.
Hablaba mientras pensaba que no debía hablar.
La verdad es que Porchia era un poeta que no quería ser un poeta. Quizá porque quien es algo no necesita serlo, lo es contra sí mismo y sin porqué.