Conocerse a uno mismo es como investigar un
asesinato cuyo culpable somos nosotros.
Quien escribe un bestiario y quien se enamora
confían en un mismo prodigio: la existencia de seres fabulosos.
Nada
tan apetecible como esas trampas en las que deseamos caer una y otra vez.
Revuelve en el pasado en busca de unas palabras que
den coherencia a su vida, y no las encuentra. Teme que su mentira se deshaga. Teme
que los demás descubran que es un farsante. Pronto viene en su ayuda una vieja
costumbre: el pasado también se puede inventar.
Los refugios del
padre se parecen demasiado a las celdas del hijo.
Esos zapatos en mitad de la calle, violentos y
solos, como esperando al juez.
Desconocía por completo a su novio, es decir, tenía
todo lo necesario para estar siempre junto a él.
Ningún Estado puede arrebatarte el derecho a que se
rían de ti.
Exprímite, se dice a sí mismo en un poema Salvatore Toma. No dejes nada dentro, añado. Y luego llama al silencio y vuelve. Así es como hace la rama, como enseña la hormiga.