Me
detiene un aforismo de Joubert: “Vemos todo a través de nosotros
mismos. Somos un medio siempre interpuesto entre las cosas y
nosotros”. La intuición es desoladora, porque esconde una
incapacidad general que
nos hunde a todos, un
cárcel perpetua. Preferimos omitir esa enfermedad, convertirla en
esa bisutería llamada personalidad, o aún peor, elevar nuestra
torpeza a convicción.
En
realidad Joubert nos está disparando a la cabeza, a bocajarro. Nos
dice: no ves nada, excepto a ti mismo. Nunca escuchaste a nadie,
excepto lo que tu aterrado cerebro permite escuchar. No tocabas: te
reconocías. Estás siempre en medio, interrumpiendo lo que sucede,
ahogado por ti mismo, como una niebla constante.
Alguna
vez, quizá, con suerte o por olvido, tras un gran esfuerzo, como el
simio que utiliza por primera vez una herramienta, llegarás a ver al
otro, a entender una milésima parte de lo que dice o quiere. El
resto, lo desees o no, es una celda de aislamiento, eres tú
discutiendo solo, como ese conocido que afirma que él escucha, que
sabe estar con los otros, ese conocido tan parecido a un muro de
hormigón.
Imagen: Amy Friend