En la esquina

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Habitan las esquinas del barrio, el umbral de los bares, las mugrientas escaleras del pabellón, cualquier lugar es bueno para ellos si hace sol y no hay nada que hacer, y si es de noche se cobijan en lugares donde la luz de las farolas agoniza. Desde los catorce o quince años vegetan allí como animales del asfalto, fumando en silencio, y a veces su gramática de humo se riza en el aire mientras sonríen. No parecen tener padres, aunque todos sabemos que los tienen. Es mejor no preguntar por ellos.

Empiezan pronto a ocupar los portales de los edificios y los bares de su calle, pero como son gente fiel y de hábitos ciegos, si vuelves veinte años después al mismo lugar, los que no están en la cárcel, siguen en las mismas esquinas, en idénticos callejones, como viejos reyes desdentados de una nación de sombras.

No esperan nada de la vida, sólo los juegos del trapicheo y de la broma. Sonríen cuando se juntan en un rincón del parque, y parece que son felices. Pero en general son gente amarga, gente que huye sin descanso, y que ha elegido para su fuga el camino más fácil: no moverse del sitio, no hacer nada, sólo matar el tiempo.

Ahora, es la moda, han sumado a sus abandonos el placer de la violencia. De todas las violencias. Insultar, por ejemplo, les motiva, les hace creer que son mucho más de lo que son. Durante unos segundos se sienten unos valientes, quizá porque saben que su escasa biografía no es más que una acumulación de íntimas cobardías. Insultan porque ya no les queda otro placer. También aman las peleas, la fuerza sin habilidad, que es el poder de los que no tienen ningún poder. Tienen su propia jerarquía, hecha de detenciones, de noches en el calabozo, de pequeños robos, de insultos a la policía. Todo eso suma, y les entrega galones invisibles que ellos exhiben entre su gente.

Algunos cambian de vida con los años, quizá se enamoran, y terminan en un trabajo que nunca desearon, acarreando cajas, levantando bloques o sirviendo gasolina. Pero son una excepción, no menos amarga que la regla. Casi todos siguen esperando en el portal del edificio, en la esquina del parque, en ese bar que nunca cierra, siguen esperando y se vuelven ancianos, y el tiempo aún no se acaba. Una mala tarde unos jóvenes se acercan a uno y le llaman viejo, y quieren robarle la cartera, esos jóvenes que son como era él hace cincuenta años, pero en la cartera no hay dinero, ni fotos, ni tarjetas, sólo un documento nacional de identidad que no dice nada.

8 comentarios:

  1. Describes a la perfección el ambiente que se respira en la perifería y también en algunas zonas céntricas que tienen ese no sé qué marginal. Y aunque acaso me esté refiriendo a Tenerife, da la impresión de ser un panorama que se repite incesantemente en todas las ciudades del mundo civilizado que siguen generando individuos sin ninguna expectativa de futuro. Es terrible, lisa y llanamente. Si en algún momento alguno quisiera optar a algo más, se toparía consigo mismo intentando levantar un castillo de aire en medio de la nada.

    Evidentemente, me ha gustado.

    Pd. He visto lo de la presentación del libro. Creo que intentaré pasarme, la última vez que te vi en directo aprendí muchísimo. Así que a ver si no me surge nada...

    Un abrazo.

    D.

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  2. Sin palabras, es excelente y nos muestra una realidad muy dura que pocos se atreven a decir. Una gran reflexión...

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  3. Los desheredados,la lacra social,la escoria del mundo Bruno,que también forman parte del nuestro.Un mundo frágil,movedizo,mimetizado en la oscuridad de callejones sin salida.Otros actores de la misma función,cada día me gusta más leerte,es como si un Manrique hubiera trascendido en todos los tinerfeños.
    Un placer,un cobijo,un pequeño oasis en medio del desierto,eso representas.

    Abrazos!

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  4. Excelente página, Bruno, me ha encantado.

    Saludos.

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  5. Me gusta tu descripción y percepción de esa esquina.Pero serías capaz de hacernos ver lo que piensan y dicen ellos cuando nos ven a nosotros?
    Un beso.

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  6. Quedan disculpados de asistir...jajaja,eres genial,sabías?yo aún espero que me llegue las ficciones de Ullat,que estos de Laie son un poco pesados,después vendrá el nuevo Argumentos...

    Abrazos!

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  7. Increíble, me ha encantado este texto y creo que no soy la única. No se puede explicar esta realidad que yo tambien he visto día a día de mejor forma. ¿Para cuando la segunda parte?.
    Lisi.

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