Ombrelli



El vendedor ambulante de paraguas es en Roma un oficio consolidado. Decenas de vendedores toman las esquinas y plazas al contacto con el agua. Parece que nacieran de los sampietrinis, tan rápido es su despliegue.

El suyo es el oficio de la espera y la atención. En las nubes van poniendo sus ensueños y futuros, que deben ir llenos de tormentas, aguaceros y temporales. Los imagino vigilando cielos, acechando chubascos, desvelándose con un murmullo de gárgolas.

Hoy el cielo jugó con ellos: todo el día amenazó lluvia, pero sólo dejó calderillas de llovizna, goteos de una nube esquelética. 

Ellos habían salido a la calle a la primera gota, pero luego, sin lluvia a la que acogerse, no sabían si seguir esperando ocultos o insistir en la venta. Por primera vez les vi dudar, colgando dos manojos de paraguas de cada mano, preguntándose en silencio por qué tampoco la lluvia cree en ellos.

1 comentario:

  1. El día que partí de Roma llovía, y ahí estaban los vendedores de paraguas en cualquier esquina o plaza ofreciéndolos, yo no compré ninguno. Aquel día no existía paraguas que parara la lluvía que caía en mi interior.
    Besos Sandy.

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